Tanto se ha alejado del mundo que...
Echa la vista atrás y ve sombras que se alejan, si es que llega a ver algo.
Hubo un alto dignatario de la Multinacional del Rezo, de nombre Juan, que lanzó a sus huestes un “qué hacer” pletórico de esperanza. La primera reacción, la del Vaticano II, fue engancharse al tren de la vida, tratando de alcanzar al mundo, “recuperarle” que decían ellos.
Hoy han desistido y han vuelto grupas, como diciendo: “Son ellos los que se alejan, pero a la fuerza tendrán que volver, porque la verdad está con nosotros”. La estulticia, la cerrazón, la soberbia y la idolatría tienen estas contradicciones.
Las intenciones de Francisco, si es que tiene alguna que el mundo vislumbre con claridad, no se sabe cuáles son: ¿acercarse al mundo con otros modos? ¿hacerse espejo donde el mundo se mire?
¿Le van a dejar? El Vaticano también es un Estado. Un estado regido por célibes que hacen suya la psicología del vienés Alfred Adler: sólo tienen como arrimo psicológico el ansia de poder y el ansia insaciable de control de conciencias y haciendas. Lo quiera o no, el "mundo" vaticano es un intrincado centro de negocios sucios; no faltan las imprescindibles intrigas palaciegas y quien más quien menos lucha por conseguir su parecela de poder. Frente a todo eso, los adjetivos de Francisco aplicables a su Iglesia deseable: austera, solidaria, ejemplar, justa, humilde, no burocratizada, eficaz, transparente.