El caos de las ideas y el técnico que las aplica. El comunismo.

De la permisividad total se puede deducir la inutilidad y la muerte de los dioses. Pero no al contrario. Frase surgida en alguna mente de pensamiento marxista. A su lado ciento diez millones de muertos.

El comunismo se aprovechó de la energía surgida de la protesta de toda la humanidad contra la I Guerra y la desvió en un sentido letalmente equivocado. Luchar contra el imperialismo y los credos se convirtió en la fuente de los males que atenazan al obrero, dijeron. La religión se entendía como aliada del poder constituido, el poder de los ricos, la plutocracia sostenida por Dios y enfrentada al obrero. Pero, pervertido el mensaje primero de “salvación del obrero”, dicho pretendido poder de los obreros trajo la muerte por millones


Pero alguien sí sacó conclusiones perversas, inimaginables, como si la humanidad, por acción u omisión, hubiese querido ver lo que había en el fondo del pozo. Primero son ideas que refulgen en iluminados que no tienen estómago propio para digerirlas; surgen luego las palabras que pretenden estar a la altura de las ideas... ...Es la verdadera solución en la pugna entre el hombre y la naturaleza... la real solución de la discordia entre existencia y esencia, entre objetivación y afirmación de sí mismo, entre libertad y necesidad, entre individuo y especie. Él es [el comunismo] la solución del enigma de la historia. El problema original no importa, se magnifica o se degrada lo suficiente para que las ideas brillen según el fulgor de la noche sin estrellas que ellos imaginan. A partir de esas palabras siempre surge un “técnico” que pretende ponerlas en práctica. Ya tenemos a Marx, Engels, Bakunin y demás ideólogos del drama; ya levantan su cabeza los Lenin que provocan el cataclismo; ya está aquí el perfeccionista de la gran tragedia: Stalin. El primer muerto es el que importa: los demás sólo son copias o epígonos del primero. La presa reventó cuando alguien hizo un agujero en su estructura. Las máquinas de matar estaban preparadas, bastaba dar la orden para que todo el engranaje funcionara a la perfección: todavía no se ha detenido. Fuera, algunos miran a otro lado, se inventan enemigos, rezan. Sólo parecen oír ruidos extraños.
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