Cada cual con su carisma.


Al albur de una conversación distentida, amistosa y cordial con un amigo fraile, van las palabras que siguen. No diré que es de la Orden F... --no, que no lo digo--. En tono jocoso, incluso con palabras gruesas, muestra su "enemiga" contra todas las demás órdenes y congregaciones, quizá por no despotricar contra la suya. ¡Cada quisque su carisma! Pues reflexionemos sobre el carisma.

Las numerosas y prolíficas Congregaciones y Órdenes de la Iglesia católica hablan en sus estatutos del “carisma propio” que las anima. En palabras que entienda el vulgo carisma es el carácter, el estilo de vida, la forma de ser que, según ellos dicen, el Espíritu Santo infunde.(1)

Tarea difícil diferenciar el carisma de la una frenta a la otra.

Ya lo decía mi monja particular: "El carisma no se puede explicar, se vive". Sencillamente, no sabía cuál era su carisma o quizá, por tener un exceso de carisma, el Espíritu Santo le había secuestrado el don de lenguas.

Para un extraño el único carisma que las diferencia es el de la vestimenta; abandonada ésta, el carisma se reduce al modo de conseguir sobrevivir como empresas, sean de la sanidad, la enseñanza, la geriatría, la repostería o la distribución de la beneficencia.

Parece que el carisma inicial del Espíritu Santo sufre un merma sustancial al pasar por el filtro humano de sus miembros, porque cuando los efluvios de tal carisma llegan a los creyentes plebeyos, se descubre lo que sigue, o sea, el otro "carisma" que también aprecian quienes no saben nada del mismo:

--en los dominicos refulge su soberbia doctrinal secular (encargados, entre otras cosas, de hacerla refulgir en los mil juicios "por la pureza de la fe");

--de los jesuitas queda el regusto de su sibilina penetración social y el falso sentido de la obediencia;

--de los franciscanos su triste apatía, su melancólico subsistir y el trato fraternal rayano en homofilia;

--de los carmelitas su sebosidad;

--del Opus Dei su carácter sectario y su elitismo;

--de los Legionarios de Cristo su agresividad,

--de las carmelitas Vedruna --por escoger una entre las mil congregaciones surgidas a mediados del XIX-- su rara capacidad para despedazarse a mordiscos y desaparecer como monjas cuando traspasan las puertas conventuales (¡hasta de peluquería!, como decía la otra),

--y en general, por no dejar al clero secular aparte, de las distintas curias diocesanas su maridaje con el poder...

Cada uno su carisma y un cristal de colores para mirarlo.
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(1)"Carisma" es también un vehículo Mitsubishi.
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