Las contradicciones creídas.


Todas las religiones que se precien disponen de su “Libro” al que los fieles acuden para renovar doctrina y sobre todo sentimientos. Asimismo en cada tiempo y ocasión la sabia rectoría de la fe procura los textos oportunos al momento del año o del acontecimiento a celebrar. Para todo hay un texto a propósito.

Y tanto que para cada momento hay un texto: de ahí, leídos los libros de corrido o en ejercicio sinóptico, las enormes contradicciones en que caen dichos “libros sagrados”. Torá, Biblia, Corán... encierran motivos y frases suficientes para justificar lo negro y lo blanco, el día y la noche, el vicio y la virtud.

Si de justificar la guerra se trata, que es la mayor quiebra de la convivencia humana, los tres encierran multitud de frases. Más todavía, los mayores crímenes que dentro de la guerra se pueden dar, como el genocidio o el exterminio total de los enemigos, también encuentran justificación en ellos.

Pero también lo contrario: el pacifista los encuentra a cientos. Y en nuestro tiempo se utilizan con más frecuencia, porque hoy todo es en la Iglesia “paz y amor”, paz universal, solidaridad entre grupos sociales, auxilio a los pobres, acogida del hermano sea de donde sea o venga en la patera que venga.

En ese tiempo en que el pueblo hebreo buscaba el territorio por Yahveh prometido es cuando más textos bíblicos encontramos justificando el odio histórico entre “naciones”, entendidas éstas como grupos humanos con una misma creencia y asentadas en territorios más o menos extensos... ¡que eran la tierra prometida a quienes erraban por el desierto! Más o menos el derecho esgrimido en nuestro tiempo por los israelíes para ocupar tierras de palestinos.

Si uno quiere justificar odios y desprecios, masacres y exterminios, en la Biblia y el Corán tiene suficiente material para ello. ¡Y es palabra de Dios! como dicen domingo sí y domingo también confirmándolo con su aquiescencia los fieles adormilados que a los ritos asisten.

Y no digamos los textos que justifican la supremacía del varón sobre la mujer.

Sería de suponer que Dios es el mismo en Yucatán que en Afganistán y el mismo en el año uno del calendario chino que en el 2018 del calendario gregoriano. Dios uno en el espacio y en el tiempo. Pues no. El dios del Antiguo Testamento nada tiene que ver con el del Nuevo. Y hasta diríamos que "el salvador" de los Evangelios en poco se parece al de las cartas de Pablo de Tarso.

Son demasiadas las páginas escritas durante excesivos años por multitud de personas desconocidas, al dictado de la inspiración de Dios, demasiadas las fuentes en que se inspiran, demasiadas las similitudes y las contradicciones. De ahí que insistamos en que, siendo unívoca la inspiración, lo que en los textos sagrados aparece es una amalgama de contradicciones imposible de entender por cualquiera que se le ocurra pensar un poco.

Ni siquiera dentro de un mismo libro de los muchos que tiene la Biblia se encuentra coherencia, homogeneidad y univocidad. Es de suponer que el hecho más trascendental del cristianismo sea la resurrección de Jesús y su conocimiento por parte de sus discípulos. Compárense referencias: Mt 28, 1-18; Mc. 16, 9-14; Lc. 24, 15-36; Jn. 20,14 y 21,1; I Co 15,5-8.

Lutero, del que se celebran en estos días los 500 años de su “protesta”, el gran reformador de la Iglesia y traductor de la Biblia, encontró material suficiente para contradecir la doctrina imperante en su tiempo. Y como él tantos y tantos... que no tuvieron las agallas suficientes para alzarse contra el entramado burocrático de la Iglesia. Y todos estos leyeron de cabo a rabo la Biblia y la comentaron y hasta justificaron.

¿Y hoy? ¿Habrá algún fiel que haya leído los textos sagrados en su totalidad? ¿Y habrá algún fiel creyente que se sirva de su razón, de su memoria, de su inteligencia y, con espíritu crítico, juzgue lo que está leyendo?

En tal lectura no es tan importante leer este o aquel texto que conviene a “mi” circunstancia cuanto entender y juzgar “la totalidad”. Y sacar las consecuencias: ¿cómo pueden ser textos sagrados esos que entre sí se contradicen de manera tan flagrante? Esa es la conclusión de una lectura holística de la Biblia, del Corán y de la Torá: no se encuentra en ellos un único “dios” sino varios. Y si son varios, todos son falsos, todos son producto de la imaginación de los hombres.
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