Los credos políticos (2/4)
Los miembros de la casta política (poner aquí los nombres citados en el artículo anterior y su entorno) (CONT.)
• Ya para ellos no hay distinción alguna entre lo privado y lo público. A fuerza de dedicar tanto tiempo "al bien de los demás", han llegado a asimilar "lo de los demás" a lo propio. Y tienen la desfachatez de presentarse así ante el pueblo en discursos y arengas. Y cuando se sienten atacados o vilipendiados por su mala gestión, utilizan la ley para escarmentar a quienes se atreven a formular acusaciones o imputaciones.
• La consecuencia: han perdido el sentido ético y moral de lo que es dedicarse a la función pública; no les alcanza la enorme degradación de lo que supone la corrupción en la vida pública. Llegan a verla incluso como algo natural y normal, algo inherente al cargo público, un pago en especie de su preocupación por la sociedad.
No perciben tampoco lo que es el despilfarro. No tiene consecuencia alguna dilapidar caudales públicos en proyectos "que llevarán su nombre".
• En individuos de catadura moral adormecida a fuerza de repetir siempre las mismas soflamas, la forma de regirse en los negocios es el clientelismo, es decir, el intercambio extraoficial de favores. La función pública esconde muchos secretos sólo al alcance de quienes "están en el ajo" o, incluso, administrados por ellos. De ahí la facilidad o posibilidad de conceder prestaciones no reguladas por ley sino al arbitrio de su "liberalidad"... eso sí, para conseguir el suficiente apoyo electoral para seguir gozando de sus prebendas públicas. Apoyo y sujeción, desde luego.
• ¿Las leyes? No hay instancia alguna que les obligue a su cumplimiento, parecen decir. Se sienten "aforados", por encima de ellas, cual sucedáneos de un rey nunca sujeto a ellas. ¡Si son ellos los que las elaboran! Se cumplen o bien si favorecen o bien si no hay consecuencias muy graves o bien si el clamor del pueblo no es excesivo. En este último caso, esperarán a que escampe, dejarán que el clamor cese, confiarán en el olvido, cuando no provocarán algún acontecimiento sonado para desviar la atención del país.
• Es un mundo al revés: se llega a premiar al que peor lo haga. No sucede en la empresa privada –penalización de la mala gestión— pero sí se da entre los políticos: un ministro arruina un país, lo conduce a la quiebra, produce millones de parados… y lo que recibe es un retiro dorado a base de cargos bien remunerados. Un presidente, de la nación o autonómico, de una empresa pública, un alcalde... hunden el feudo que gobiernan y no van a los tribunales; es "colocado" para nuevo desmanes. Ya lo decían los antiguos: "ascendatur ut removeatur".
• Los procesos ante mala gestión, corrupción, robo, despilfarro, cuando se dan, se demoran tanto en el tiempo que el factor ejemplarizante no existe. Y como desaparece el clamor social, las penas son mínimas. Y quienes son reponsables de gestionar la justicia tienen la desfachatez de afirmar sin el más mínimo pudor que "eso es normal, que las leyes lo contemplan". Pues tales apaños no los entiende el pueblo llano que se quedó con aquello de la Constitución o del Mensaje Real de que "todos somos iguales ante la ley".
Porque de lo que aquí hablamos es de sentimiento popular, de charlas de café, de tertulias y comentarios al albur del último caso conocido... Y de si todo eso "les llega".
___________
Lo escuchábabamos ayer mismo: "Yo no he recibido... No me consta que se haya... Esos son casos aislados... La mayoría hacen su trabajo..." ¿Les puede servir el símil? Un automóvil funciona perfectamente cuando todo funciona bien: el reventón de una rueda puede hacerle caer por un barranco; la avería en el motor de arranque hace que el automóvil no ande; una junta mal ajustada hará que el vehículo pierda potencia... Podríamos hablar, asimismo, del cuerpo humano: una herida, una mala digestión, un derrame cerebral... ¡Pero si el resto del cuerpo funciona bien! El Estado es el "cuerpo social", en la Administración pública TODOS han de ser ejemplares, todos deben hacer bien su trabajo. Y más aquellos que "han recibido la confianza de".
Añádase el agravio comparativo que produce ver cómo los trabajadores de nivel inferior, que han obtenido su puesto por concurso de méritos, son castigados del modo más severo --expedientes, sanciones de "un mes de empleo y sueldo", etc.-- por faltas del minimo calado y aquellos que han accedido por gracia y mérito del patrón de turno parecen exentos, parecen al margen, parecen libres y no sometidos a tal régimen disciplinario.