Un cura al servicio de Dios y de la limpieza de la patria / y 6


El famoso "cura de Zafra"

Por citar libros de obligada lectura cuando uno quiere sumergirse en la barrabasadas que cometieron los prohombres de la Iglesia, de 1936 en adelante, uno de ellos es el titulado "Un año con Queipo de Llano: memorias de un nacionalista” de Antonio Bahamonde. Dicen que no hay cuña mejor que la de la propia madera: no hay testimonio mejor que el que procede de la misma fuente. Dice en el prólogo cuando trata de explicar su salida, su huida:

El salir… se debe a mis constantes visitas a los pueblos. En ellos es tan grande la tragedia, son tantas y tan horribles las cosas que he presenciado, es tal la angustia que se apoderó de mi alma al ver continuamente tantísimos niños, solos, desamparados, hambrientos; he visto escenas de una crueldad tan infinita, que al contemplar tanto luto, tantos hogares deshechos, un solo pensamiento me dominaba hasta constituir mi continua obsesión: HUIR, huir lejos; que mi voz clamando justicia para tanto crimen, se alzara en los países libres; que el mundo civilizado se enterase de los procedimientos inauditos, nuevos en los anales del crimen, que se emplean en el territorio mal llamado “nacionalista”


Bahamonde llegó a Argentina tras pasar primero a Portugal. Para dejar sentado lo que era y cómo era, se presenta de esta guisa:

Mi casa era un hogar católico, mi mesa era bendecida por mi hijito pequeño, todos los días, continuando la tradición familiar. Diariamente, mi esposa recibía la sagrada comunión; todos los domingos lo efectuábamos juntos… Soy un temperamento profundamente religioso; no concibo la vida sin una fe profunda. Enemigos de exhibicionismos, nos gustaba ir a comulgar temprano a una capilla que estaba próxima a nuestra casa. A mí me parecía que estaba más cerca de Dios en aquel sencillo templo, que en las suntuosas naves de la catedral. Soy católico, y al serlo soy feliz…Sin embargo, los hechos que yo he visto realizar con el beneplácito y la bendición de la Iglesia, de sus más caracterizados representantes, y la cantidad de crímenes cometidos para los que nunca, en ningún caso, han tenido la más ligera insinuación de protesta, es lo que ha hecho vacilar mi fe y flaquear mis convicciones...


Éste es el meollo del asunto: ¿podría uno sentirse católico viendo cómo eran los curas, los administradores de la fe y de la gracia, los que denunciaban a los “apóstatas y herejes”, descubrían dónde se escondían, emitían informes para la “autoridad competente”?

El que se resistía “sufría las consecuencias”, como el sacerdote de Carmona que ante los asesinatos llamó criminales a los de Falange:

“Días después de esta escena, que me refirió el propio jefe de Falange, el sacerdote apareció muerto en la carretera”.


Como fruto de su experiencia concluye:

“A los informes facilitados por los sacerdotes se deben muchos fusilamientos. Sobrecoge el ánimo pensar qué pasará el día en que, triunfante el poder legal, demuestre al mundo, con pruebas irrefutables, los cientos de miles de víctimas INOCENTES -¡INOCENTES, señores prelados!- que ha causado la rebelión. Los autores de estos asesinatos eran bendecidos y alentados por el clero nacionalista. ¿Cómo los justificarán?”… …“Los fusilados pasan de CIENTO CINCUENTA MIL. Sólo en Sevilla capital, la cifra sobrepasa VEINTE MIL. Éste número no lo hago sobre cálculos hipotéticos, sino basándome en mis conversaciones con los autores directos de la represión y en los datos por mí obtenidos en los Ayuntamientos y centros oficiales”.


Quizá prototipo y esencia sublimada de todos ellos fue el llamado “cura de Zafra”, Don Juan Galán Bermejo. En el primer aniversario de la toma de Badajoz, se celebró un banquete en el Hotel Majestic con presencia de autoridades españolas y portuguesas. Al acto asistió el obispo de Badajoz, José María Alcaraz Alenda “acompañado de un sacerdote vestido de teniente del Tercio con un gran Cristo en el pecho y en el cinto la pistola”:

“En mis viajes por los pueblos había oído hablar mucho de las hazañas de un cura del Tercio, al que no conocía personalmente. Este sacerdote fue del que el señor Obispo se hizo acompañar… …Pedí al gobernador que me lo presentara. Tiene unos treinta años, moreno, pelo ondulado, tipo corriente, muy locuaz, de bastante simpatía. Ejercía su ministerio en Zafra, pueblo en el que no hubo lucha ni víctimas. Él y todas las personas de derechas fueron respetadas. Cuando llegaron las tropas el pueblo no opuso resistencia; se entregó. Al entrar el Tercio en el pueblo se fue con él como capellán. Antes de partir la columna, él, que conocía bien el pueblo y la “canalla marxista” que en él vivía, hizo fusilar gran número de personas… …Las dos escenas que relato a continuación las oí de sus labios. En la catedral de Badajoz, el día que entró el Tercio, había un hombre escondido en un confesonario. El sacerdote le descubrió, sacó la pistola y allí mismo lo mató… …Días después, le vi en el Gobierno civil. Charlamos un rato. Le pedí me mostrara la pistola de la que me dijo no se separaba nunca. Dijo: “Aquí donde usted la ve, esta pistolita lleva quitados de en medio más de cien marxistas”.


El efecto que produjo la publicación en 1938 del libro de Bahamonde, que se distribuyó por toda España, Europa (edición en francés) y países de América, trataron de contrarrestarlo prohombres de los nacionales. Se encargó de ello el jesuita Constantino Bayle, responsable en España de Información Católica Internacional. Negó, con datos y testimonios "fehacientes" todo lo que decía sobre el “cura de Zafra”, la entrevista con él en Badajoz, la presentación por el gobernador, la charla con Juan Galán y en general todos los datos de ese libelo.

Pero los datos que ofrecía y quién lo ofrecía era tozudos, creíbles, bien detallados y confirmados.

Hubo muchos como el “cura de Zafra”. El navarro padre Vicente, también capellán de la Legión. El jesuita Bernabé Copado Agenjo: “…es consolador ver cómo mueren muchos, mejor dicho, la totalidad. Todos se confiesan y algunas de las muertes han sido edificantes y sobremanera consoladoras”. El jesuita José Caballero, que escribió “Diario de campaña de un capellán legionario”. Y como colmo de la subversión de valores, donde la vida es sólo un paso hacia otra eterna y verdadera a la que hay que acercarse limpios y puros, el bonachón y bienintencionado capuchino fray Gumersindo de Estella, que también escribió, fusilado por fusilado, sus experiencias adobadas con comentarios dignos de leer hoy.

Ésta es también otra “Historia de la persecución religiosa en España”, pero en este caso en sentido objetivo, la ejercida por miembros preeminentes de la Iglesia, responsables de varios cientos de miles de “ajusticiados”. ¿Y cómo se sentirían sus familiares y amigos? ¿Y cómo oirían las santas palabras de los santos sacerdotes? Prefiero que lo diga A. Bahamonde:

El Santo Padre al bendecir a Franco y augurarle la protección divina, ha dado un duro golpe a la religión, dificilísimo de reparar... ...El perjuicio irreparable, el gran mal lo ha hecho el santo Padre a los católicos que viven en la España invadida. Estos que VEN y SABEN de manera exacta las atrocidades y crímenes que todos los días se cometen, habrán contemplado con escalofríos que el Santo Padre augura la protección divina y bendice a los autores de tanta atrocidad. ¿Qué pensarán los miles de familias de católicas que han sido asesinados por los nacionales al ver que el Papa bendice a sus autores? Sus conciencias contemplarán estupefactas la santificación del crimen.


Cuarenta años con Franco fueron suficientes para que los otros olvidaran. Pero los que fueron testigos o sufridores directos nunca pudieron olvidar.
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Pongamos las cosas en su sitio: Moisés Domínguez Núñez se encarga en nuestros días de demostrar que todo cuanto dice Antonio Bahamonde Sánchez de Castro es FALSO.
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