No dan, prometen.

Admitamos, tal como dicen los jerarcas, que “esta” vida está llena de sinsabores y en ella el hombre no encuentra la felicidad. Piense el crédulo, si puede, ¡que tampoco la creencia proporciona la felicidad! La creencia únicamente “promete” la felicidad.

El secuestro mental está en que el creyente se contenta con esa promesa. ¿Alguien es más feliz siguiendo un credo? Dirá que sí, porque él ha encontrado esa felicidad.

Examínese y vea que lo que ha encontrado ha sido una forma de engañar el hambre, de llenar el tiempo, encuadrado en determinado grupo social.

Caso de existir del mismo modo ritualizado que en la religión institucional, se encontraría igual de satisfecho y feliz insertado en un grupo dedicado a la elaboración de encaje de bolillos, de ficción poética sobre combinaciones de estrellas o grupos excursionistas-cantores-admiradores del arte local.
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