¿En qué estriba la mayor o menor dignidad de las personas?


Los dos pertenecen a la especie evolucionada de "homo sapiens", pero es evidente para cualquier profano en "psicología diferencial" la desigualdad intelectual entre un científico eximio --por inventar palabra, un "homo aristosóficus"-- y el "homo" dedicado exclusivamente a satisfacer las necesidades materiales más perentorias, el "homo laborans".

Alguien dijo que la distancia mental entre una persona amante del saber y a él dedicado y el "homo laborans" es mayor que la que existe entre éste y el Pitecantropus erectus. En los dos primeros se presupone y se respeta la dignidad personal, "humana", que todos han de salvaguardar, pero no es ése el asunto.

La humanidad no se desarrolla por un proceso de vulgarización; lo hace, lo hará, por un proceso contrario, el de aristocratización o prevalencia cultural.

Esa dignidad presupuesta de la persona se mide, se medirá, por sus parámetros racionales ejercidos en un mundo de valores aceptados por todos.

Todavía hay personas felices viviendo como una parte más de la naturaleza, sociedades primitivas cazando y cultivando como lo hacía el hombre del Neolítico.

Son felices, sí, pero el que ha probado el fruto del "árbol de la ciencia" jamás querrá dar el paso regresivo, y menos imponerlo como un orden de vida superior, aunque es posible que añore esa forma de vida natural, como se añoran siempre los orígenes y el pasado: preferirá su vida racional, inquieta, desazonada, en eterna búsqueda.

Lo otro no deja de ser una inútil "recherche du temp perdue".
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