Sí... otro gallo hubiera cantado

Quieren que veamos en las religiones, especialmente en la “verdadera”, la tabla de salvación cuando azotan en “su” contra los vientos de la desafección, de la crítica, del desapego e incluso del desprecio.

Y gritan desde el “ambón” –antes púlpito— que el mundo está como está porque se ha olvidado de Dios, porque las gentes no siguen sus pasos, porque no hacen caso a su palabra. Lo decía el domingo pasado el tontorrón del coadjutor.

Lo quiera o no, también la Iglesia es hija de su propia historia, precisamente porque su historia no tiene solución de continuidad, no se interrumpe, es una. Es lo que es por lo que ha sido. Y debería dar gracias a los sistemas democráticos por la tolerancia que tienen con sus prédicas y prácticas y por no verse prohibida no tanto por su presente, cuanto por lo que ha sido.

¿Un ejemplo? La ley persigue grupos fanáticos que obnubilan la mente de sus prosélitos, que pueden llegar a ser asesinos. Sin embargo, el poder judicial todavía no ha hurgado en los lavados de cerebro en que se fundamenta la integración en cualquiera de las sectas católicas. “Santas”, por cierto (órdenes, congregaciones y similares).

Sembraron vientos, éstos trajeron la lluvia y con la lluvia se formaron tales lodos que hoy conforman el lodazal en que se revuelcan todas las religiones.

Quieren desdecirse de su pasado, incluso hasta piden perdón por él, como si postrados humildemente ante los muertos que provocaron, éstos pudieran acudir en tropel a demandar justicia. Dicen que aquello no tenía que ver nada con el mensaje de Cristo, con la religión ni con la fe. Dicen... ¡paparruchadas!

También el sistema comunista era, en teoría, el no va más de la convivencia, de la fraternidad, de la igualdad y de la justicia social y distributiva. Hasta que cayó en manos de Stalin y Cía. para instaurar la más siniestra regulación demográfica que ha conocido la historia. Stalin, por los años 30-40 lo hizo a lo bestia, luego Mao, provocando millones de asesinatos y miseria sin cuento. La Iglesia Católica pausada, suave y calladamente... y eso predicando el bien de sus fieles.

A los muertos, a los expoliados, expatriados y vapuleados les daba exactamente igual que la segur tuviera una hoz y un martillo o que tuviera una cruz como emblema.

Que… ¿a qué viene esta diatriba? Podría gritar, pero de nada sirve aquí: ¡porque ninguna religión ha hecho nada efectivo para cambiar el mundo! Hoy menos que nunca, porque sus buenas palabras e intenciones son tan volátiles como las nubes que, esponjosas y blanquecinas, pastan ahora sobre el cielo de Madrid.

  1. Rabinos: prohíban ustedes, para ser fiel judío, que se pueda asesinar, colonizar y desterrar a pueblos enteros en nombre de la unidad patria fundada en una religión.
  2.  Jerarquía católica: condenen sin paliativos el que se pueda quitar la vida al prójimo. Sin excepción. Expulsen y denuncien ante la justicia, sí, a los pederastas… pero también a los que se enriquecen con el óbolo de San Pedro. Excluyan de sus ritos a los fieles que extorsionan y empobrecen. Sean radicales contra la opresión capitalista, la del sistema, la que parece que no se ve y se desliga de los personajes concretos que la llevan a cabo (estos, sí, buenos cristianos).
  3. Papa de Roma: tome Ud. siempre partido por las víctimas, por los débiles, por los indigentes; clame por los desempleados; viaje y mézclese con los pobres, los excluidos del bienestar social, conviva con ellos; excluya de su relación social a todos aquellos en cuyo suelo patrio hay pobreza, injusticia, guerra; condene con nombres y apellidos a los que esquilman la riqueza de los pueblos... No haga de sus audiencias un compadreo de dirigentes, ésos que se sienten “honrados” y con foto posterior en sus despachos por tan alta recepción. Despréndase de una vez de su condición de “Estado”, con representación en la ONU y embajadores... ¿Tiene todo eso sentido en una religión?
  4. Califas, imanes, ayatolás, mulás... hagan caer el dardo del oprobio y la fatwa más tremebunda sobre los fanáticos de las armas; paren las inmolaciones asegurando a esos descerebrados que su lugar es el infierno más terrible; prediquen decididamente la paz y la convivencia; condenen sin paliativos a quienes asesinan judíos, cristianos o infieles. Acepten la realidad social en que viven y traten de encaminar los esfuerzos y el trabajo del pueblo hacia la reconstrucción, la convivencia y la cooperación.

Ah, ¿que dicen que sí predican todo esto? Pues los demás debemos estar sordos y ciegos, porque no lo vemos así. A fuer de honrados, digamos que sí parece que los fieles de base predican y quieren llevar a la práctica tales valores, pero en las altas esferas, aquellas de donde surge la doctrina y las que marcan la pauta a seguir, no es así.

¿O es quizá la inercia de siglos que les lleva por donde dicen que no quieren ir? Quizá hoy predican lo que en otros tiempos callaron, cuando no tienen más poder que el de su palabra… y ésta lo admite todo.

¡Cuán distinta hubiera sido Europa si desde los inicios poderosos del cristianismo hubiesen llevado a la práctica lo que hoy preconizan! Como no fue así, ahora nadie les cree.

A lo largo de su historia siempre, y decimos siempre, han favorecido a los jefes militares victoriosos; ellos mismos han empuñado las armas cuando así lo precisaban sus intereses; han reclutado soldados brutales; han bendecido armas y ejércitos; se han codeado con guerreros sin alma, con violadores, saqueadores, criminales de guerra, torturadores, genocidas y dictadores. Excepción: siempre han condenado el Comunismo, pero por la única razón de que el Comunismo, como la Iglesia, quería quedarse con toda la heredad.

Hoy es tarde para que les creamos.

15 diciembre de 2019

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