El hilo de la farsa crédula.

Para la inmensa mayoría de los creyentes practicantes, su religión se reduce a unos minutos de oír y bisbisear rezos cuyo sentido se les escapa o a los que no prestan atención reflexiva.

Su religiosidad se reduce a un tiempo determinado, un día entre semana, quizá del mes o quizá del año; para otros es el vivir en la perspectiva de tengo que bautizar al niño, voy a un funeral, tengo que casarme y quiero que sea "por la Iglesia"...

Ni su convicción ética ni su escala de valores ni su trabajo profesional tienen nada que ver con la pose religiosa y mental que adoptan en esos breves minutos que el rito les deja para pensar.

Fueron al templo, rezaron la retahíla consuetudinaria, salieron y, de este modo tan sublime, aquietaron su conciencia infantil.

Es la religión de un porcentaje tan alto de fieles que, por el número, podría constituir una rama desgajada de la creencia oficial: el cansancio de creer se vuelve rito.

¿Qué hilo les queda por cortar para desligarse de farsas?

Farsa del predicar, farsa del practicar. Quizá no quieran prescindir de tal hilo, porque, como les suelen decir en las prédicas dominicales, tras él puede encontrarse la maroma de una fe recobrada; quizá el sentimiento de pertenecer a una comunidad; quizá un "por si acaso" temeroso de algo que pudiera existir.
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