La incoherencia de ser libros inspirados por Dios.

Alguna que otra vez hemos propugnado el arrinconamiento de los libros sagrados de las tres religiones que más impacto han tenido o puedan tener en Occidente --Cristianismo, Judaísmo e Islam-- al lugar que les corresponde.Dicho lugar no podría ser otro que el que ocupan sagas, leyendas, mitos, supersticiones, epopeyas legendarias, libros de la protohistoria, creencias de los primeros tiempos, literatura fantástica, literatura sapiencial de la edad de bronce, etc. En modo alguno libros que puedan servir de guía al hombre de hoy (ni siquiera de ayer).

Bien es verdad que determinadas frases, sentencias, etc. por ser ínsitas e inherentes al hombre no tienen fecha de caducidad. Pero para ello no hace falta recurrir a gruesos tomos que aúnan churras con merinas.

Hablamos de libros de tres religiones que más impacto han tenido o tienen en Occidente. Dirán que el Islam nos pilla un poco lejos a quienes navegamos por un mar cristiano. Pues sí, el Islam, primero como enemigo secular y luego como infiltrado, se está afianzando en Europa de tal manera y con tanta fuerza que, por el espíritu permisivo de nuestra sociedad tolerante, llegará a dominar o condicionar con sus leyes férreas e intransigentes muchas de las decisiones de sus parlamentos. Tiempo al tiempo.

Regresa a mi memoria una noticia verdaderamente asombrosa que en su momento me causó no sabría decir qué, si curiosidad, preocupación o indignación. Como es sabido, en 2011 quedaron prohibidas las corridas de toros en la Marca Hispánica de Cataluña, hoy proyecto de República Catalana.

He ahí una plaza de toros, la Monumental de Barcelona, propiedad de la familia Balañá, que actualmente no sirve para nada. Pero tal monumento a nadie parecería oportuno que fuera demolido, más que nada porque los políticos jamás pagarán un precio precisamente político por tal decisión.

Saltó a la prensa que la Generalidad Catalana se había puesto en contacto con el Emir de Qatar. O viceversa. Por abreviar detalles, el resultado final de todo el proceso, dijeron, sería conseguir que la plaza de toros, respetando su arquitectura externa, se convirtiera en la tercera mezquita más grande del mundo. Dinero hay para ello, desde luego. Pero esto ¿no tendría también su precio político? En ese dilema quedó el asunto sin llegar a nada

Regresemos al tema de los libros tenidos por sagrados en las “religiones de libro”. Pretenden y dicen que Dios fue el inspirador de los mismos; que el aliento divino vive y nutre sus páginas; que Dios iluminó la mente de quienes los escribieron; que se sirvió de plumas humanas para hacer llegar a los hombres su mensaje.

Y uno toma en sus manos la Biblia –más divulgada que la Torá, más cercana que el Corán— y todo resulta “demasiado”.

• Uno no termina nunca de pasar páginas: demasiado texto para que ni siquiera el propio Dios inspirador, caso de que se pusiera a examinar lo que él suscitó, se librara del tedio y el aburrimiento.

• Pero también demasiadas personas implicadas en su redacción, la mayor parte de ellas desconocidas o incluso imaginarias. Nadie sostiene que el redactor de determinados libros fuera el que dicen. 

• Demasiados años para completar ese conjunto de libros –biblia, plural en griego de “biblion, bibliu”—como para pensar que Dios estuviera esperando el tiempo oportuno para desvelar sus secretos.

• Demasiadas reproducciones, reformas y regresiones como para pensar en un Dios que no se equivoca.

• Asimismo demasiadas fuentes inspiradores, demasiados materiales de derribo aprovechados que nos hablan de otros dioses que, por detrás, le están hablando al oído al Dios inspirador.

Sí, un Dios inspirador, aunque hagan las distinciones que hagan a la hora de decir lo que fue inspirado y lo que fue producto del filtro humano. No pueden negar lo que afirman cuando a diario en los millones de misas que se celebran en los millones de iglesias afirman rotundamente “palabra de Dios” tras haber evacuado las mayores aberraciones que uno pueda escuchar.  ¿Libros inspirados por Dios?

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