La insolación del dogma cristiano.

Los factores que más fuertemente aupan y sostienen la religiosidad suelen ser sociológicos. Mantienen la "estructura" que, a su vez, sostiene al dogma.

Pero el dogma, por sí solo, dejado a la luz del día, sin los soportes institucionales, ya no significa nada para la persona racional. El primer soplo de la razón lo evapora. Es más, el mismo dogma pierde entidad, se hace cercano, se tambalea y quizá, al final del día, muera de insolación cuando el rito se hace vulgar, como podría ser una misa celebrada al borde de una piscina, sobre una mesa de camping, con pan de panadería...

El dogma es como nubecillas de verano despistadas de su paseo nocturno que, al breve sol que inicia su andadura, se evaporan y se funden en el azulón de la media mañana. Los dogmas son creencias a trozos. Un dogma es una pizca de polvo mítico encerrado en tres cajas y envuelto en cuatro papeles de regalo (1).

Ni siquiera el dispensador de doctrina sabe lo que dichas cajas contienen, si una perla preciosa como le han dicho, ántrax mortífero como le han dicho que diga o simplemente polvo de los siglos, como para su desgracia sospecha.
_________________
(1)En referencia a "fe, esperanza, caridad" y "prudencia, justicia, fortaleza y templanza". Siempre se cumple el misterioso poder de los números: los suyos son el siete y el tres. Añadamos nosotros también, al juego de los números, el juego de las operaciones con los números, por si algún crédulo pueda sentirse dominado por el espanto que le aguarda. Cristianismo: siete siglos para tres momentos, los de nacer, establecerse y crecer; siete siglos para disputar, disgregarse y dominar; siete para luchar, envejecer y morir: el siglo XXI es producto de 7 x 3, con lo que la disgregación, evaporación y muerte del cristianismo "debe" suceder en este siglo. Creo que los pelos de esta calvicie a alguno le harán sonreír, pero quizá a otro le provoque una cierta urticaria mental.
Volver arriba