La llegada del cristianismo truncó la investigación científica.


Nos referíamos hace días a cómo los fanáticos cristianos cercenaron el saber de los científicos griegos de tal modo que se produjo un lapso de siglos hasta que dichos conocimientos fueron retomados por otros científicos, incluso miembros del clero, menos sujetos a la tiranía del fanatismo crédulo.

Asimismo hacíamos referencia al sempiterno argumento de que, sobrevenida la caída del Imperio Romano, fueron los monasterios los que salvaguardaron la cultura europea, incluso el saber científico de los árabes.

Verdad y mentira compartidas a partes iguales. Cierto que el empuje de los bárbaros se tradujo en receso del conocimiento. Pero también es cierto que en muchos lugares de Europa el cristianismo se impuso de tal modo que de su seno nacieron líderes políticos que impusieron el cristianismo como única creencia. Y es olvidar la labor "profiláctica" que los fundamentalistas cristianos de los primeros tiempos ejercitaron casi durante ocho siglos hasta lograr raer de la tierra todo signo "pagano".

Fue el cristianismo el que cercenó tanto los conocimientos teóricos como los prácticos. Durante muchos decenios, no hubo arquitectos que supieran construir al modo y manera que los romanos lo habían hecho. Y desde el principio, todo lo que no fuera enseñanza teologal quedaba al margen, no interesaba, no se promocionaba. Todo lo que procedía de paganos estaba contaminado de paganismo, se asociaba a saberes relacionados con los falsos dioses, era más o menos magia y por lo tanto algo erróneo.

¿Qué hizo el cristianismo con las matemáticas de Euclides? No se podían enseñar. ¿Y la física de Arquímedes? Ni palabra de ella. La única física conocida era la del Antiguo Testamento. ¿Y qué decir de la geografía de Eratóstenes? Podría haberles servido para propagar la fe... pero ni eso. También les habría servido continuar los trabajos cartográficos de Ptolomeo. Nada. ¿Y de los trabajos relacionados con las ciencias naturales de todo un Aristóteles? Nada de nada. Y nada de nada de astronomía (Aristarco), ni de medicina (Hipócrates), anatomía (Herófilo)... Nada de esto era cristiano. No procedía impulsar estos estudios.

Y siguen diciendo que los monasterios... ¿Qué saber alentaron, guardaron y difundieron los monasterios? ¿Las miniaturas y los códices? ¡Era algo para ellos! ¿La elaboración de la cerveza? ¡Para su solaz! ¿Estudios sobre plantas medicinales y farmacopea? Muy bien, aunque magro resultado de tantos y tantos como entraron en los monasterios y se dedicaron a no hacer nada de más provecho por la humanidad.

No vamos a ser injustos después de dicho lo anterior. Hubo muchas otras cosas que aportaron los monasterios... ¡pero estaría bueno! Su enorme poder, las cantidades ingentes de dinero acumulado, la propiedad de tamañas extensiones de terreno, la multitud de trabajadores a su servicio... no se corresponden con resultados tan flacos.

Es verdaderamente sorprendente por qué los fundamentalistas cristianos del siglo IV tuvieron que mezclar creencias con resultados científicos: los avances científicos griegos nada tenían que ver con la relación del vulgo con Zeus. No tenían que ver, contestarían los fanáticos, en cuanto al objeto, pero sí en cuanto al sujeto. Sí, porque la persona siempre queda contaminada por sus creencias. Bien pudo constatar esto años más tarde Miguel Servet.

Así, quedaron truncadas líneas de investigación que tenían que ver con las leyes de la hidrostática; la continuación de los cálculos sobre la longitud del meridiano; el invento y dominio de latitudes y longitudes; la medición astronómica, por ejemplo de la Tierra al Sol; los movimientos de rotación y traslación de la Tierra; el mapa del cielo visible; la duración del año solar; la relación de las mareas con la atracción lunar; la continuación de los estudios sobre el sistema nervioso o la circulación sanguínea, y cien líneas de actuación científica más.

Contestarán: ¿y todo eso tiene importancia frente al mensaje de paz y amor que trajo el cristianismo? Sólo la pregunta ya descalifica al interrogador o cuestiona los avances científicos de los dos últimos siglos que tanto bienestar y progreso han traído al mundo todo.
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