El mal, puñalada de Dios.

Según la gramática la función de la preposición “de” puede ser “objetiva” o “subjetiva”: en este caso dejamos en el aire la inconcreción de suponer que sea “la puñalada que Dios da al mundo” o la “puñalada que Dios recibe del mundo”.


El mal zahiere a la humanidad de numerosas formas, las más de las veces provocadas por el hombre.

De la existencia del mal como hecho, la inteligencia fantasea conceptos, más ineficaces como remedio cuanto más alejados de la razón, por lo que, de ser el mal un hecho, se convierte en un problema.

El problema todavía se encona más cuando los crédulos tienen que conjugar Dios/bondad con hombre/maldad, llegando a la salomónica solución de "un hombre necesariamente bueno" que sufre por los malos para que los malos accedan al reino de los buenos; reino, por otra parte, preparado para ellos por toda la eternidad.

Quien racionalmente entienda esta sinrazón, será capaz de acceder al entendimiento de ese mismo reino.

Para entenderlo remiten a la fábula: Job. La consideración teológica tradicional del dolor y del sufrimiento tiene su origen en un libro ejemplar, el Libro de Job.

Si no fuera porque es un modelo literario, el Libro de Job no sería otra cosa que un canto a la estulticia, la irracionalidad, la aberración y el sinsentido en el enfrentamiento del hombre con el dolor, con el sufrimiento y con la desgracia.

Apañada habría ido la humanidad si hubiese aceptado como válidos los conformistas criterios interpretativos de Job.

¿No es más lógico inducir, de la intoxicación producida por alimentos en mal estado, un fuerte dolor de estómago que presuponer o bien un castigo de Dios por culpas cometidas o bien una prueba para acrisolar la virtud?

¡Sabida la causa se puede acceder al remedio!

Y, por otra parte, ¿qué Dios sádico es ése que para probar a sus hijos les envía desgracias y calamidades? ¿O qué Dios poderoso es ése que permite actuar por libre a su peor enemigo, Satán, y no es capaz de poner coto a los desafueros que comete contra sus criaturas?

Dirán que es una alegoría, un símil, una fábula. Podría ser, pero la lección moral que de ello se deduce es consecuente con la semántica del texto literario.
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