Pero, ¿de qué males hablamos?
Deberían deducir, entonces, que por esa misma vía el mal llevaría a su negación.
Pero no, retuercen la razón y afirman que el mal tiene otra consideración, otra intelección, pertenece a otra esfera distinta a la humana, es algo que sobreviene por determinadas causas no achacables a Dios. La realidad o el discurso humano, sometidos a un principio: Dios es bueno y "vale ya".
El mal tampoco puede entenderse con la "sabiduría humana" sin referencia religiosa. Quizá las pistas estén en frases como Dios ha confundido a los sabios de este mundo, o bien ésta más consoladora: En Cristo todos hemos sido salvados.
De un plumazo se acabaron no sólo las explicaciones sino incluso los males del mundo: éstos son bueno, salvan.
La cuestión ahora es “de interpretación”: ¿de qué males estamos hablando? Los del hombre “normal”, los del común de los mortales... son el “stress”, el trabajo alienante, el tráfico, el dinero que no llega, la educación de los hijos que se “escapan”, un accidente familiar, la muerte de un ser querido, el rechazo de los amigos, la discusión con la esposa, las letras del piso, la murmuración de los compañeros, la presión de los jefes... incluso el sentimiento de impotencia por no poder hacer nada...
Curiosamente esos “otros grandes males” siempre están en “los otros”, males más malignos cuanto más lejanos en el espacio. ¡Ah, no, esos “males pequeños” no cuentan para Dios! Para Dios los grandes males derivan del pecado, que es el “mal estructural”, el “mal congénito”.
¡Pues vayan con esas prédicas a los crédulos de siempre! Yo no veo tantos males a mi alrededor. Y los que hay los podría solucionar el hombre... Y lo intenta, den tiempo a la historia.