Ha muerto André Gluksmann. "La tercera muerte de Dios" (2)

Continúa reflexionando Gluksmann sobre el modo como Dios está desapareciendo de Europa, evaporado no tanto por argumentos filosóficos cuanto por la indiferencia que provoca el hecho de que Dios es un trasto viejo que ya no sirve para nada. Es la crisis que distingue y selecciona lo útil de lo inútil (krisis en griego, separación, elección, juicio, resolución).
A dicha crisis contribuye sin duda la avalancha de información que recibe el ciudadano-espectador actual, que cada día toma su dosis de catástrofe, de genocidio en vivo y en directo durante las comidas, desde el salón de su comodidad. La televisión, esa ventana que casi inconscientemente nos muestra todas las desgracias y barbaridades, es la misma que sin pretenderlo iniciaría el proceso a Dios en las conciencias de los ciudadanos europeos.
Pero Glucksmann no se limita a certificar la ausencia de dios, del dios tradicional de la religión, sino de todos los dioses o concepciones fideístas del mundo, fórmulas de redención o utopías, de todas las ideologías que dan o pueden dar un sentido a la vida del hombre, llámense religión o política. Y nos informa de que las únicas que gozan aún de cierta salud serían nación o deporte.
Lo que se logró poner en cuestión durante el siglo XIX es el tipo de fe que habría de prevalecer, si la fe religiosa o la fe en una nueva utopía. Ahora en cambio caminaríamos hacia un modelo generalizado de escepticismo como forma de contrarrestar la fe excesiva del siglo XX en sistemas de creencias que sólo han conducido a las mayores barbaridades conocidas.
"Para matar, hace falta mucho entusiasmo, tanto en el sentido ordinario como en el etimológico, sentirse arropado por la divinidad. Para masacrar a millones, hace falta una ideología de hierro que se reclame de la raza, de la clase, de una Nación por encima de todo, de un libro que tenga respuestas para todo, la Biblia, el Corán, el Capital."
"Ninguna religión tiene naturaleza integrista, pero todos los integrismos obtienen su autoridad de una pasión religiosa. Se ve en el paganismo nazi, en la fe revolucionaria de diversos colores."
La conclusión es que la muerte de Dios refleja el desencanto de Europa ante un Dios que ya no puede justificar la crueldad del mundo, que ha sido expulsado del mundo por la propia barbarie de los hombres.
Lo que aflora del naufragio es la voluntad de los supervivientes de hacerse cargo de su destino. Sólo falta que el reconocimiento consciente de dicha muerte suprima los obstáculos para la construcción de un hombre nuevo capaz de alcanzar su propio futuro, sin dejarse manipular nunca más por los apóstoles de todo tipo de paraisos, que en aras de una nueva redención pretenden sacar siempre tajada de las debilidades de la existencia.
"Los mortales se unen ante un mal común. Estar juntos sobre esta tierra significa estar juntos en peligro y a veces darse cuenta de ello. En ausencia de un Dios absoluto, universal, reconocido, el ponerse de acuerdo a fin de retrasar el vencimiento de las calamidades, el instituir una comunidad a partir del riesgo, hacerles frente, es lo que se denomina civilización."
¿Exportará algún día Europa al resto del mundo esa muerte de Dios, ese nuevo modelo de civilización surgido de la conciencia de la barbarie?