La necesaria revolución de la mujer frente a los monoteísmos.
Pero por otra parte resulta incomprensible cómo son precisamente las mujeres los fieles más adictos al cumplimiento de los dogmas y preceptos absurdos estatuidos por las religiones del libro, por el hecho de que debieran ser ellas las primeras en unirse contra las religiones y proclamar la revolución contra la tiranía varonil de las mismas. Sería el primer remedio contra la violencia machista. De las ideas surgen las acciones.
Sí, lo sabemos, unas son creyentes y practicantes fieles por obligación, dado que no les queda más remedio; otras por convencimiento propio; otras porque tienen una mayor sensibilidad hacia lo misterioso; otras porque la tradición debe conservarse... Razones que quizá no convenzan, porque el problema es mucho más hondo.
La narración mítica del Génesis, que pretende dar razón del porqué, no es tanto una razón cuanto una constatación a la que se quiere dar explicación. Antes de escribirse el Génesis ya existía el odio hacia el mundo femenino y nadie sabía la razón. Así pues, se inventaba algo que tuviera relación con el dios o con los dioses y...
Y volvemos a lo de siempre: ¿cómo pertenecer a una Institución que ha mantenido a la mujer sojuzgada e infra valorada?
Un detalle macabro, la castración de niños cantores. Durante siglos y siguiendo el precepto paulino las mujeres no podían intervenir en la asamblea. No podían leer, no podían cantar, especialmente cantar, no fueran a provocar las hormonas masculinas al roce o miradas provocadoras de las féminas cantoras. Pero la música vocal exige voces agudas y voces graves. No hay problema: se emplean niños (de ahí que el término “soprano” y “alto” sean masculinos). La voz de algunos niños era de tal calidad que no se podía sufrir la perdieran al llegar a la adolescencia. Solución, castrarles.
Durante los siglos de tiranía religiosa, la mujer ha estado asociada al deseo, al placer y, sobre todo, a la vida. Incluso a la curiosidad, los chismes, las patrañas y al comadreo (la misma palabra lo dice).
Pero la transmisión de la vida es sólo potestad de Dios y no puede contender la mujer con Dios. De ahí que la mujer sea considerada la propagadora del pecado original. Ella concibe en pecado y ella pare el pecado.
La carne, la sangre y la libido, asociadas de modo natural a las mujeres, les proveen al judaísmo, al cristianismo y al islam más de una ocasión para establecer lo ilícito y lo impuro, y así atacar el cuerpo deseable, la sangre de las mujeres liberadas de la maternidad y la energía hedonista. La Biblia y el Corán se regodean en estos temas (M. Onfray)
¿Cómo puede salvarse la mujer? Únicamente a través del varón. Hacerlas esposas y madres. En el Islam cuanto antes mejor. Y siempre, también en el cristianismo tradicional, interviniendo la autoridad de los padres. Por este medio, ser esposas y madres, se mata a la mujer. No tienen ni tiempo ni posibilidad de otra cosa que de cuidar el marido, ocuparse del hogar, atender a los niños... Y eso es lo que han ordenado desde el inicio los sacerdotes, los rabinos y los imanes.
Son mil los detalles que hacen culpable a la mujer, por ejemplo la menstruación. ¡Es un óvulo no fecundado, por lo tanto inmundo! Una mujer estéril e infecunda es la peor de las contradicciones para un creyente monoteísta. El mal absoluto de la mujer es separarse de las funciones para las que fue creada, esposa y madre. Y, no lo olvidemos, fue creada como una excrecencia del hombre.
Sólo por lo que implica el primer sacramento, el bautismo, las religiones que esto practican debieran ser desterradas del ámbito social. Es una injuria a la sociedad y la continuación del atentado contra el género femenino.
Nada digamos, por supuesto, de la homosexualidad: éste sí es crimen horrendo, lacra social, degradación de la sociedad... Merecen ser apartados de la sociedad de la manera más radical.