La psicología infantil de la Virgen de Fátima - 2


¿Alguien se lo imagina? Jesús quería mucho a los niños y, sentados en torno a él, les contaba cuentos terroríficos que les hacían llorar y temblar de miedo. Luego en sus casas se despertaban a mitad de la noche, aterrorizados y dando grandes gritos. ¿Alguien se lo imagina?

Es de suponer que Jesús acomodaría su lenguaje a lo que los niños entendían; no les transmitiría mensajes de alta teología; ni les citaría la Ley y los Profetas; y les haría reír; y jugaría con ellos… Quizá estemos pecando de “racionalistas” o “psicologistas” al presuponer eso en Jesús. Pero seguro que cualquiera que piense en Jesús y los niños, estará de acuerdo con lo dicho.

Es de suponer, por otra parte, que su madre, la Virgen María, sería todavía más afectuosa que su hijo, aunque sólo sea porque era madre y el instinto maternal…

Presuponiendo lo dicho, ¿cómo es que a la Virgen, cuando se aparece, olvida los principios elementales de la psicología pedagógica e infantil, que ella conocía de sobra porque era sapientísima?


Veamos: cuando se aparece a los tres niños pastores –que hacía tiempo que no iban a la escuela porque la ley de educación no lo prescribía cuando había necesidad de ayudar en casa-- Lucía tenía 10 años; Francisco, 9 y Jacinta, 7. Es decir, su razón, su capacidad receptiva, su inteligencia y discernimiento estaban desarrollados al máximo. Esta ironía la enturbia el hecho de que su inteligencia e imaginación se llenaban con la catequesis tremebunda del párroco rural.

Lógicamente la Virgen María les habló en su lengua, que es la que entendían. Y entre otras cosas, a través de su ángel mensajero, esta “buena señora” les pide que hagan sacrificios, que recen por los pecadores y que soporten los sufrimientos. ¿A unos niños todo esto? ¿Sacrificios? ¿Más todavía? Los niños se preguntarían qué sería “hacer sacrificios” y cómo podrían rezar por los pecadores porque no sabían siquiera que hubiera pecadores.

La Virgen se lo hizo saber (en este caso a través de los curas): eran pecadores los rojos, los masones, los laicistas, los agnósticos y los herejes. De momento los fascistas todavía no habían llegado.

Esta Virgen toda llena de pedagogía, les explicó lo que suponía Lenín y el Octubre de 1917; lo malos que eran los socialistas… Lo de elegir el año 1917 se pueden entender, pero ¿por qué el número 13 si es un número propio de supersticiosos? Algún día lo sabremos.

Y nada más aparecerse les pregunta si están dispuestos a entregarse al Señor, a sufrir y a rezar por las ofensas al Salvador. ¡Tremenda responsabilidad que unos niños ya formados por la gracia divina pueden asimilar! Así María no aparece ni como perversa ni como insensata: los niños la entienden y aceptan.

También es lógico pensar lo que Francisco decía: que él ni oía ni veía a la Virgen, que oía a las otras dos, sobre todo a Jacinta. O que veía, hacía que veía, pero que no oía nada.

Otra cosa que no podemos entender es cómo la Virgen, que por esencia y potencia libra de enfermedades a otros, como “premio” a la fidelidad de estos niños les llenó de enfermedades, miedos, golpes, cárcel incluso; y noches sin dormir; y verse humillados desde el principio… Y finalmente la muerte. ¿No es esto crueldad contra los niños? Y decimos de los energúmenos que matan a sus hijos…

Lo que llega al culmen del sadismo es anunciarles la pronta muerte de Jacinta y Francisco. Y además, que sufrirían. ¿Alguien se imagina en un niño saber que va a morir pronto? Su hijo Jesús le habría advertido a su madre que con estas palabras podría producir a los niños un daño emocional irreparable. Pero la Virgen sabía que estos dos condenados a muerte se sentían enormemente compensados con la seguridad de que pronto irían al cielo. Consta como verdad su subida al cielo porque la Iglesia lo ha certificado hace bien poco.

Aleccionados por tan excelsa Señora, los niños aprendieron pronto geografía: sabían todo de Rusia, incluso su capital Moscú. Es más, pronto llegaron a sentir empatía total con el Vaticano, que vivía en un sobresalto continuo al conocer lo que estaba sucediendo en Rusia. Es tremendo lo que enseña el fenómeno “Fátima”.

Y presintieron, con el papado, que Rusia derivaría en ateísmo, la peor de las lacras que podía caer sobre el mundo. Eso de liberación de los pobres y los trabajadores era un camelo (adivinación certera). Pero pobres, trabajadores esquilmados, labriegos miserables… sólo había en Rusia.

Y lo mismo que entendieron pronto cuestiones profundas de geopolítica, también cayeron en la cuenta del modo de convertir a Rusia, supieron lo que era la escatología, o sea los terrores del infierno; y de hermenéutica, para distinguir unas revelaciones de otras. Eso sí, lo que Lucía no entendió fue por qué la “buena madre” no curó al niño Joao que tenía delante y estaba muy malito.

Otra cosa bien interesante es que supieron guardar los secretos, sobre todo el tercero, que no casaba con ninguna realidad. Menos mal que llegó un tiro oportuno en la Pza. de San Pedro y todo quedó claro. Durante años ha estado la Iglesia preservando este secreto, porque su mayor virtualidad es obrar sobre la imaginación. Pero a fuer de tanto hacer esperar, como el pastor mentiroso, el secreto ha sido recibido sin pena ni gloria. Y al que cree todo lo que le dicen, la explicación dada le sirve.

Comprendieron bien pronto estos niños lo que es la especulación inmobiliaria: los terrenos donde dejaban pastar a sus ovejas, pisados y convertidos en erial, bien pronto tuvieron un provecho mayor: los precios se dispararon, se comenzó a construir, se montaron tenderetes de chucherías sagradas… hasta hoy, que hay incluso pistas para que patinen de rodillas los fieles.

Y sobrevino el milagro de los milagros: miles o cientos de miles de personas vieron cómo bailaba el sol… aunque en España, bien cerca, nadie percibió nada. Podía haber aprovechado el seísmo de Lisboa como profecía “ex evento”. Y a partir de ese milagro, los videntes se esparcieron por el mundo, cesaron los vicios nefandos, la explotación del obrero se trocó en salarios dignos, los gobiernos trabajaron por la paz y el bienestar de los pueblos, se dio fin a la Gran Guerra donde tantos soldados lusitanos habían caído… ¿Fue así o quizá se incrementó el turismo fatimita?

España no supo nada de todo eso, pero como compensación y para corroborar la siniestra profecía sobre los dos infantes victimarios, llegó la gripe española que acabó con la vida de Francisco. Lucía se preguntaría toda su vida por qué no salvó la “señora” a Francisco, pero nunca le dejaron decirlo. A Jacinta le fue peor: sus dolores, dicen sus biógrafos, fueron indescriptibles, horrorosos… No sabemos si la buena “señora” se le apareció en su camita para calmarla. Quizá porque las apariciones necesitaban un “locus” especial, Cova de Iría. ¡Qué gran señora!

Consecuentes los papas con el mensaje virginal, consagraron el mundo a todo lo consagrable: en 1942 Pío XII lo consagró a María. Así terminó con la II Guerra Mundial y con el comunismo, como todos hemos visto. En vista del éxito, consagró a la roja Rusia al Inmaculado Corazón de María. Tardó un poco en tener efecto, pero treinta y tantos años después, Rusia se convirtió (¿en país capitalista?).
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