Pues tenía más razón que un santo: Feuerbach.
Para muchos es el primer ateo. Sin embargo Feuerbach (Río de Fuego) se inscribe dentro de una línea de pensamiento que entra con el bisturí de la razón a diseccionar creencias, hábitos y dogmas.
Feuerbach –se pronuncia “fóiabaj”—sin embargo no niega a Dios, como no lo niega nadie que sepa de qué se habla. Simplemente lo define como es, una ficción, una creación de los hombres, una invención que obedece a leyes particulares, en este caso, la proyección y la hipóstasis: los hombres crean a Dios “a su imagen y semejanza” (algo que quiso tergiversar el Génesis). Dios como imagen inversa del hombre.
El hombre se ve a sí mismo mortal, finito, incapaz, doliente siempre de sus limitaciones... Crítico con su situación, fantasea e imagina otros mundos. Crea una potencia opuesta a sí mismo, pletórica de unas cualidades que él no tiene y ante ella se arrodilla, ante ella implora.
El hombre es mortal... pues ahí está el dios inmortal; el hombre es limitado, dios es infinito; el hombre no sabe muchísimas cosas, su dios es omnisciente. Y su dios es ubicuo, increado, omnipotente, habita otro mundo sobre esta tierra áspera y esquiva, es perfecto... Y ahí está la solución a toda la miseria del hombre: se une a Dios; a través de su Hijo se asimila a él; Dios lo admite en su seno, etc.
¿Y qué es todo esto? La definición perfecta de la alienación. Rompe el hombre con su esencia racional y se deja llevar por su capacidad fabuladora, por su imaginación. Y crea todo un entramado de “verdades”, la teología. Feuerbach define la teología como “patología psíquica”. Para curarse de ella, no sin cierto humor propone una “hidroterapia neumática”, donde el agua fría que cura es la razón natural contra los calores y vapores religiosos (estamos en el mes de los calores).
Copio frases que en su tiempo subrayé en su obra Das Wesen des Christenthums, La Esencia del Cristianismo. Cualquiera que piense desapasionadamente no podrá dejar de estar de acuerdo con tales afirmaciones:
La religión descansa en la diferencia esencial del hombre y de los animales; los animales no tienen religión.... ...Pero, ¿cuál es esa diferencia esencial entre el hombre y el animal? La respuesta más simple y común, y también la más popular, es ésta: la conciencia; pero la conciencia en sentido estricto [dice Feuerbach que la conciencia como sentimiento de sí mismo, de distinguir la cosas, el discernimiento sensible... también la tienen los animales].
Donde hay conciencia hay capacidad de ciencia...
...La esencia del hombre, en contraposición a la del animal, no sólo el fundamento, es también el objeto de la religión. Pero la religión es la conciencia de lo infinito; por lo tanto, no es y no puede ser otra cosa que la conciencia que tiene el hombre de su ser; ser no finito, limitado, sino infinito.
...La religión es el ser de la humanidad en su infancia; pero el niño ve su esencia, el hombre, fuera de sí; de niño, el hombre es objeto para él mismo en forma de otro hombre. Por eso el progreso histórico de las religiones consiste en que lo que la religión antigua tenía por algo objetivo, ahora se lo tiene como algo subjetivo; es decir, en lo que se contemplaba y adoraba como a Dios, ahora se lo reconoce como hermano. La religión antigua es idolatría para la nueva religión: el hombre ha adorado su propia esencia.
...La religión, al menos la religión cristiana, es la relación del hombre consigo mismo, o mejor, con su ser; pero una relación con su ser como un ser diferente. El ser divino no es ora cosa que el ser humano, o mejor, que el ser del hombre destacado de los límites del hombre individual, es es, real y corporal...
...Todo lo que se sustrae a sí mismo el hombre, todo aquello de que se priva, goza de ello en Dios en una medida incomparablemente más alta y más rica.
¿Cómo podría la actividad divina obrar en mí como en su objeto? Es más, en mí mismo, si fuese otra actividad esencialmente distinta, ¿cómo podría tener un fin humano, el fin de hacer mejor al hombre, de hacerle feliz, si ella misma no fuese una actividad humana? ¿No justifica el fin a la acción? Si el hombre se propone como fin su perfección moral, tiene entonces decisiones divinas, propósitos divinos; y si Dios se propone como fin la salvación del hombre, tiene fines humanos y una actividad humana correspondiente a esos fines.
En el capítulo XIX, 2, Feurbach se muestra taxativo y claro en lo que él entiende por Dios:
Así como Dios no es otra cosa que la esencial del hombre purificada de todo lo que aparece al individuo humano, sea en el sentimiento o en el pensamiento, como un límite, como un mal, así lo que está más allá no es otra cosa que lo de aquí liberado de todo lo que aparece como un límite, como un mal... ...El más allá es el sentimiento, la imaginación de la liberación de los límites que aquí restringen el sentimiento de sí y la existencia del individuo...
Terminamos con esta rotunda frase:
...la religión, que tiene su origen en una insatisfacción, en una discordia, abandona la patria, se va lejos, pero únicamente para sentir con más fuerza la bondad del país natal en tal alejamiento. El hombre se separa de sí mismo en la religión, pero únicamente para volver sin cesar al mismo punto del que ha partido.