No se salva el capo por sus actos benéficos.
En estos presentes, asistimos entre escépticos y ya con cierto desinterés, al espectáculo de detenciones y más detenciones. Desinterés porque es más de lo mismo, un espectáculo-carnaza que terminará en nada.
Detenciones de presuntos corruptos que se cobijan a la sombra de otros capos llegados de las "Estepas del Asia Central" (recomiendo escuchar de nuevo a Alexander Borodin), quizá, o de quienes pretenden emular aquí los reinos de Kublai Kan.
Y todos benefactores de la sociedad, que el hombre no es tal si no se rodea del bienestar de quienes forman su coro social.
Con las religiones sucede como con el delincuente enriquecido que goza de predicamento entre sus conciudadanos por las obras de caridad con que se prodiga.
Éste, asentado en su poder y preservado de la justicia por la falta de poder, crea empresas, proporciona empleo, produce riqueza, organiza fundaciones de caridad, dispensa donaciones generosas y, generalmente, la única persecución que teme es la de los medios de comunicación, que bien se cuida de silenciar por las mansas o por las bravas.
Mas, no puede hacer olvidar que el origen de todo ese emporio está en el delito, asociado las más de las veces al crimen y siempre con "generosas" donaciones a aquellos que pueden tomar decisiones "en provecho de la sociedad".
Todas las religiones
--predican el amor al prójimo y ayudan al necesitado;
--imparten doctrina moral éticamente aceptable y aceptada;
--disponen de medios de comunicación social con criterios compartidos por extensos grupos sociales;
--en algunos países forman parte del estamento gobernante;
--sus soluciones políticas suelen responder a criterios de bienestar social;
--sus miembros, en su inmensa mayoría, son honestos, cultos y buenas personas...
¡Pero...!
--Tienen el origen indigesto de la sinrazón;
--sus credos no los puede triturar el entendimiento;
--agreden a lo más excelso del hombre, su inteligencia;
--se fundan en placebos inanes;
--crecen a expensas de las miserias humanas;
--ofrecen soluciones extemporáneas o falsas;
--se prevalen de su crédito histórico o social para extorsionar al pueblo...
Deben desaparecer, precisamente porque están fundadas en el engaño, cuyos enunciados una y otra vez vomita la razón: el primero de ellos, afirmar la existencia real de un Ser Supremo que nos gobierna; a ello se añade la perversión de adoctrinar con fábulas; y derivan en coacción de la conciencia, el sometimiento compulsivo de la razón y de la emoción...
Todo lo que, como grupo social formado por hombres, enseñan o detentan y que es aceptable y digno de elogio, puede ser asumido, sin que pase nada, por la sociedad.
De hecho los Estados han recuperado grandes parcelas de su actividad para mayor dignificación del hombre. Faltaría, quizá, que lo hicieran con la misma efectividad y menor coste económico que ellas, las religiones.
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(Y con este escrito y muy a pesar mío, me despido por unos días de este escenario. Preciso es recuperar de alguna manera la salud espiritual)