Los tinglados de la farsa.

"He aquí el tinglado de la antigua farsa..." (Los intereses creados. Jacinto Benavente). Nada más real que su aplicación a este otro tinglado.

Lo que por el momento no tiene explicación humana le sirve a la Iglesia para montar su tinglado milagrero.

Cuando un paciente se cura sin que los médicos sepan por qué, siempre aparece una estampa bajo la almohada del moribundo; o la intervención oportuna de un familiar que ha rezado; o las lágrimas ante la Virgen de los Remediosde de una madre desesperada; o la oportuna presencia entre los conocidos de tal beato, generalmente perteneciente al clero o al monjerío, que "tiene que ser canonizado"...

Atribuido el milagro, la santidad es consecuente.

Si a este hecho inexplicable por inexplicado se le reviste de hojarasca leguleya, reuniones al más alto nivel (eclesial, claro), informes pseudocientíficos (siempre de médicos afines), procesos y más procesos y todo ello regado con abundante dinero, la santidad está garantizada.

¡Qué difícil es desmontar los grandes tinglados! Al menos a "sus" contemporáneos y a quienes le conocimos, no engañan procesos como el de Josemaría, por más que sea Escrivá y lleve en su faltriquera la "obra de Dios".

Quizá dentro de cien años todo esto no importe nada, pero ya no será el José María de carne y hueso que conocimos, el orgulloso y soberbio, el pagado de sí mismo, el teatrero, el afanoso de marquesados, el fanático... sino Sanjosemaría, entelequia espiritualizada, un numen, un semidiós griego. Que ya casi lo es entre quienes no lo conocieron en vida.
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