La traducción del misterio y el refugio de las estampas.



Pensar, elucubrar, raciocinar, sacar conclusiones, imaginar soluciones, renovar, contradecir pensamientos arcaicos... no secan el corazón del hombre, al que le suponen hambriento de esoterismo y de misterio. Aquéllas son actividades de la Razón, que se traducen en Ciencia y ésta en soluciones técnicas.

Razón que debe aplicarse a cualquier rincón de la vida so pena de vivir puramente de sensaciones, de E-R (estímulo-respuesta): cómo mejorar lo que hago o mi relaciones familiares o sociales, cómo conseguir cambiar, en qué falla esto o lo otro, causas de mi mala relación con tal persona; cómo puedo ascender en mi trabajo; crítica de este programa de televisión; en qué falla el discurso de este político; por qué no me gusta lo que oigo; por qué esta reacción airada...

La razón le evita al hombre entregarse a verdades no fundadas. Tiene otros medios para dar cauce y salida al “misterio”. Misterio, palabra que no se sabe muy bien lo que comprende, aunque en esencia englobe lo que se suele decir "sentido de la vida". Ésta es, precisamente, una verdad no fundada: ¿sentido de la vida? En otro lugar de este blog disertábamos sobre el "sentido" para terminar concluyendo que "la vida no tiene sentido, la vida 'es'", en similitud al "sentido de la vida de un cordero". ¿Es el sentido de la vida de un cordero servir de alimento al hombre? ¡Por favor! ¿Y entonces el del limaco o el mosquito?

Para mostrar lo oculto de su yo no necesitaría religiones si considerara que la vía efusiva del “misterio” puede ser, precisamente, lo que el hombre cree más suyo, la expresión artística: la poesía, como expresión de los sentimientos por la metáfora, las figuras poéticas, la alegoría o la expresión arcana; la música, como efusión inconcreta de sensaciones, activa o pasiva; la pintura, figurativa e incluso abstracta; la contemplación de las bellezas naturales...

Todo ello, por otra parte, como expresión del yo y no tanto de sensaciones mistéricas. El hombre sensible tiene infinidad de vías para sentirse pletórico y complacido. Puede hasta contemplar las bellezas de la Iglesia de Asís o del museo de Escultura de Valladolid, sin sentirse concernido en lo que allí se representa: admira la belleza creada por manos humanas.


¿Candidez en el apartado anterior? ¿Simplicidad? ¿Voluntarismo? Quizá de todo un poco. Muchas veces los hechos inducen al pesimismo, cuando el sujeto no quiere enfrentarse a sí mismo. Hay casos verdaderamente significativos. Recuerdo ahora uno. Hace años me leyeron la conmovedora carta de una persona que se presentaba como epiléptica, minusválida, con crisis depresivas, sensación de soledad y abandono, con el añadido de otros males “físicos” como hepatitis y otros menores...

El típico caso de tratamiento psiquiátrico o, cuando menos, psicológico. Eran males físicos causados por estructuras, pensamientos y sentimientos malignos. ¿Reacción?

Lo decía en la carta. No quería saber nada ni de psicólogos ni de psiquiatras. ¿Y qué pedía en su carta? ¡Estampas de..., biografías de la misma, reliquias, pensamientos...! ¡Y lo pedía, pagado, por duplicado!
Volver arriba