Los valores del mercado /1

Cuánto más rico es uno, más grande es su valor, quien no tiene dinero, no es de sí señor (Arcipreste de Hita)
Hoy hay muy pocas cosas que el dinero no pueda comprar (M. Sandel)

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Después de reflexionar sobre los valores de la educación y sobre la educación en valores en una sociedad democrática, valores laicos congruentes con una ética cívica y laica para todos los ciudadanos, por encima de las diferencias de confesión, sexo, etnia o cultura, dedicaremos un espacio a reflexionar sobre los valores del mercado y su relación antitética con los valores de la democracia.

Para ello, comenzaré haciendo un breve comentario del magnífico libro de Michael Sandel, que lleva el sugestivo título de Lo que el dinero no puede comprar y de subtítulo Los límites morales del mercado.

El filósofo Michael Sandel es catedrático en la universidad de Harvard y un autor de referencia dentro de la filosofía política. Sandel es un profesor carismático, fuera de lo común, es decir extra-ordinario. Sus clases está absolutamente abarrotadas y a donde se desplaza, América Latina o Asia, llena anfiteatros e incluso estadios, no para conciertos de masas, sino para disertar sobre Ética y filosofía política, es decir sobre valores. Ello demuestra el “hambre de debate”, dice, que hay en la ciudadanía para rellenar un vacío que no ofrece el mediocre discurso político.

Sandel es un “Sócrates” actual. Primero, porque, con su enorme capacidad de comunicación, practica el método dialógico y mayéutico. Partiendo de preguntas directas al público, a menudo dilemas morales, asciende de forma inductiva hasta los principios y fundamentos filosóficos de las teorías éticas y sus representantes. Segundo, porque, así como Sócrates llevó la filosofía al espacio público del ágora ateniense, Sandel utiliza el ágora digital para llevar el debate filosófico al gran público.

Su famoso curso sobre “Justice” tiene una dimensión global a través de Internet (pruebe el lector a ver en You Tube alguna de estas lecciones socráticas y se llevará una grata sorpresa).

M. Sandel es partidario, como los ilustrados del s. XVIII, de democratizar el saber, que no ha de ser privilegio de élites académicas. Para ello, concilia el rigor filosófico con la didáctica de la filosofía. Para él, la claridad no es sólo la cortesía del filósofo, como decía Ortega, sino también la cortesía de un buen profesor de filosofía. No puedo disimular mi admiración por este profesor, para mí modélico.

La tesis central de su libro es que en tres décadas “hemos pasado de tener una economía de mercado a ser una sociedad de mercado. La diferencia es ésta: una economía de mercado es una herramienta –una herramienta valiosa y eficaz- para organizar la actividad productiva. Una sociedad de mercado es una manera de vivir en la que los valores mercantiles penetran en cada aspecto de las actividades humanas. Es un lugar donde las relaciones sociales están hechas a imagen del mercado”.

En una sociedad mercantilizada donde “todo está en venta”, las relaciones mercantiles invaden y colonizan las diversas esferas sociales e incluso el pensamiento y el lenguaje. De esta forma, la hegemonía de los valores del mercado erosionan y corrompen otros valores no mercantiles.

Los valores democráticos no son los del mercado. Los valores de la educación, de la sanidad, los valores morales, estéticos, ecológicos, deportivos, afectivos, cívicos o religiosos no son los mercantiles, pero el dinero puede pervertirlos, reificarlos (cosificarlos) y convertirlos en mercantiles.

Desde principios de los años 80, afirma, se ha producido una revolución silenciosa y gradual, por la que el mercado se ha adueñado de áreas que le eran ajenas. Esta revolución se basó en la fe en el mercado y en la propuesta de desregulación defendida por M. Thatcher y D. Reagan (“mercado máximo y Estado mínimo”, era el lema).

Pero, con la crisis financiera la fe neoliberal fue puesta en duda y el triunfalismo del mercado tocó a su fin. Muchos arremetieron contra la codicia bancaria. Pero Sandel va más allá de la crítica moral a la codicia. El poder y el valor del dinero, afirma, está transformando la vida social, a imagen y semejanza del mercado. Por eso se necesita un debate público de carácter global por parte de los ciudadanos, para establecer los límites del mercado y determinar la forma de vida preferible para todos.

Y para este debate moral se necesita la reflexión filosófica: “Necesitamos un debate público acerca de lo que pueda significar mantener a los mercados en su sitio. Y para ese debate necesitamos reflexionar sobre los límites morales del mercado. Necesitamos preguntarnos si hay ciertas cosas que el dinero no debe comprar”.
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