Catedrales Cerradas

La construcción de la catedral de mi referencia se inició en el siglo XIII y se terminó en el XVII. En ella prevalecen los estilos gótico, renacentista, barroco y churrigueresco, con tres naves, doce capillas y un hermoso coro. En el Museo Catedralicio se conservan, entre otras, obras de Zurbarán, Morales, Ribera y Bocanegra. La población de la ciudad rebasa con creces los cien mil habitantes, y su religiosidad es más o menos como la del resto de España. Las fiestas religiosas se entrelazan con las civiles y los calendarios de unas y otras son coincidentes, con relieve especial para las patronales, dedicadas a San Juan Bautista.

De los miembros de su episcopologio a lo largo de los siglos algunos de ellos, santos canonizados-, se llegó a decir que en la guerra contra los infieles sus obispos eran buenos capitanes. Eran otros tiempos. Ahora, con los correspondientes y fiables estudios, se concluye que los infieles no eran tan solo los musulmanes, sino, en ocasiones, eran también los portugueses, en cuya frontera la raya- se encuentra la ciudad, expuesta permanentemente a las sangrientas guerras fratricidas entre uno y otro país.
Y ahora, algunas consideraciones extensivas también al resto de las catedrales de España.
. La mayoría de ellas permanecen cerradas durante todo el día. El hecho de que la iglesia-templo, madre y titular de las referencias teológicas y litúrgicas de la comunidad eclesial de las respectivas diócesis permanezca cerrada, es ciertamente desolador y anti- pastoral. La catedral asentamiento y sede del obispo- tabicada durante el día, le significa al pueblo de Dios la frustración de su fe que, al menos teóricamente, han de vivirla en el marco jerárquico de la constitución de la Iglesia, en la que los obispos tienen relevancia teológica sobre la que pueda tener el mismo Papa, que precisamente, por y para eso, es Obispo de Roma.
. En realidad, las catedrales están vacías, nada más y nada menos que porque tienen que estarlo. Sus responsables pastorales no se esfuerzan en la práctica por catequizar a los diocesanos en relación con la capital importancia que ellas poseen, ni organizan ni promocionan actos de culto atractivos y educadores para el crecimiento y mantenimiento de la fe. Las catedrales están fosilizadas, y cualquier templo, santuario o capilla de ciudades y pueblos, tienen más culto que sus catedrales.
. La razón de ser de las catedrales en la actualidad es la de ser asiento para los canónigos durante el reducido tiempo del día que emplean para cantar en sus coros las horas canónicas, en la mayoría de los casos sin atractivo ni piadoso ni musical alguno, sino todo lo contrario, a consecuencia del ritmo, tono, oficialismo, testimonio y lenguaje, rechazados en la actualidad por los fieles , aún por los más fervorosamente devotos. Asistir, e intentar participar en la adoración comunitaria a Dios, siguiendo el ritmo marcado por los capitulares de las catedrales, es empeño vano, inútil y ocioso.
. Las catedrales, hoy por hoy, son litúrgicamente amplios y ostentosos lugares, que se dicen de culto, a los que todavía acuden las autoridades civiles provinciales en los días de fiesta, presididas sus celebraciones por los obispos, revestidos con atuendos ornamentos- incomprensibles, y de origen pagano, coronadas sus testas con las horrorosas y grotescas mitras.
. Convertidas las catedrales en otros tantos museos, por su estructura o por las obras de arte que albergan en instalaciones especiales, pese a su honrosa justificación artística y cultural, no es este precisamente su fin esencial. Tener que pagar el correspondiente bono para su entrada, no precisa de reflexión pastoral alguna, dado que normas también civiles nos lo ahorran.
. Las catedrales exigen reformas eclesiales profundas y urgentes. Son las iglesias de la Iglesia. La condición de monumentos que, por encima de todo o de casi todo, detentan, al margen o en contra de otras motivaciones cabalmente religiosas, carecen de sentido y justifican la ausencia en ellas de los fieles cristianos. Es uno de los más espectaculares signos de religiosa irreligiosidad que hoy se registra en España, a todos los niveles, con consciente inclusión de canónigos y obispos.
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