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. Con desproporcionada frecuencia obispos y Papas dan la impresión de “no vivir como el resto de los mortales con los pies en la tierra, obligados a hacerlo casi siempre en lugares sagrados o en la periferia de lo que ellos santa y satisfechamente creen que es el cielo”. La tierra-tierra, y más la consagrada sólo, pero nada menos, que por los sudores humanos, es bastante distinta de la que imaginan y profesan el Papa, los cardenales y obispos y, por supuesto, los “adláteres” y redactores de discursos.
. Una de las pruebas más elocuentes de esta presencia tan ausente y alejada de nuestro mundo es lo ininteligible del lenguaje que usan tanto en sus palabras orales y escritas como en sus gestos. Unas y otros apenas si pueden ser comprendidos por los destinatarios, con infeliz agravio para el Verbo, que se encarnó y se hizo “Palabra” para salvar a su pueblo. Obispos y Papas, tan proclives usuarios de los dogmatismos, sufren el mal de la incapacitación, o de la dificultad suprema, de entender y ser entendidos.
. Mención preferente reclama el lenguaje de los signos -gestos, hábitos, colorines, apariencias, tronos, báculos, capas de terciopelo, mitras, ex-tiaras, anillos, ropajes, capisallos, títulos excelentísimos, ex-sillas gestatorias...- inherentes a la “dignidad episcopal o pontificia”, en unos tiempos en los que aun los políticos dicen prescindir de algunos de ellos, que demandan en el nombre de Dios y del sentido común su desaparición y aun la del mismo recuerdo de haber estado vigente. Es dudoso que un lenguaje de gestos como el referido pudiera haber sido entendido correctamente alguna vez por el pueblo. Lo que sí es cierto es que en la actualidad no lo entiende, o que lo entiende exactamente al revés y con no buena intención.
. Prescindiendo de interpretaciones veleidosas y un tanto frívolas, contar con asesores/as de imágenes en la Iglesia puede resultar muy positivo. Tanto o más que no pocos acólitos, turiferarios, subdiáconos y diáconos al uso, sin descartar los “maestros de ceremonias” de ciertos oficios sagrados. Un asesor/a de imagen con seguridad que al propio Cristo Jesús a quien dogmatizan y dicen encarnar los celebrantes, sugeriría revestirlo con atuendos sencillos y populares, desterrando la mayoría de los capisallos, mucetas, birretinas, capelos… y tantas otras prendas con nombres y conceptos absolutamente obsoletos y ucrónicos. Está por certificar a quienes y a cuantos hayan convertido a la fe y a la religiosidad estos nombres, con sus contenidos y significados.
¿Se vestiría hoy Jesús de Papa, de obispo, de canónigo y ni siquiera de arcipreste o de cura en la extranjerizante síntesis del clergyman, por muy de negro y atractiva y elegante que resultara su figura?
. “Vestidos de rosa y enfundados en encajes…”, tal y como beatífica y sin maldad alguna define uno de mis comentaristas, no está bien presentarse ante el Pueblo de Dios en templos catedralicios y no catedralicios, dictar pastorales y encíclicas y enseñar la Palabra de Dios.
. Otro comentarista, sacerdote en este caso, apostilla que “poco evangelio” -“buena noticia”- pueden contener no pocos sermones y exhortaciones pastorales, predicados de este guisa, en un lenguaje extraño de gestos y palabras, en signos y sin conexión con la Vida (por no decir con la VIDA)”.
. “Necesitamos una Jerarquía, cercana, humana, que actúe con normalidad, seria, culta, preparada y dialogante, que dirija a la Iglesia anticipándose a los signos de los tiempos...”. Mi comentario a este comentario no puede ser otro que Amén.
. Muy agradecido a mi amigo sedicente “Calatrava”que me aconseja “no te metas descalzo en todos los jardines, aunque no tengan flores y sí cardos”, con el recuerdo de que en la compra de mis penúltimos zapatos intervino él directamente y me resultaron cómodos y baratos. Agradecido también a otro comentarista que tiene el honor de reconocer que su firma a favor de la venida del Papa respondió sobre todo a su condición de fervoroso y empedernido aficionado a los toros, disfrutando de haber podido añadirla a las de El Viti, El Litri, Ponce, Curro… Y es que los toros -atuendo, lenguaje, signos, ritual, símbolos…- son todos ellos muy “religiosos”. Su gesto y su confesión, al igual que cualquiera de sus comentarios, no “me sientan mal”, por lo que jamás “le recomendaré propósito de enmienda”. La “verdad” es algo que descubrimos entre todos, pero “viajar en Metro” es tan sagradamente serio que cualquier interpretación humorística como la suya puede resultar, además de ofensiva, inelegante y social y religiosamente arriesgada.