Concentración De Obispados

Hay estadísticas, limpias y desinteresadas, que por sí mismas son otras tanta homilías, prédicas y catequesis. Huelgan los comentarios, dado que algunos pudieran pensar que estén dictados por la desinformación, en provecho de sus ideas o por la mala voluntad. Si son eclesiásticos, hasta podrían llegar a hacer presentes el ateismo, la irreligiosidad y, por supuesto, el anticlericalismo.

. Y entre los datos estadísticos pongo de relieve que, en España las diócesis son 69, de las que 14 son archidiócesis. Las parroquias son exactamente 22,917, siendo atendidas pastoralmente por 18,633 sacerdotes del clero diocesano. La edad media de este colectivo está en torno a los 68 años, con lo que se justifican muy cumplidamente las razones que hay, para que los dolores de cabeza sobrepasen con creces la altura de las mitras episcopales, sin haber todavía previsto qué pasará cuando transcurran, por ejemplo, no más de una docena de años. No son pocos los miembros del pueblo de Dios convencidos de que, de no mediar un portentoso prodigio por el cual las actuales tendencias y falta de vocaciones se corrijan en profundidad y con urgencia, el futuro pastoral difícilmente estará asegurado con los esquemas actualmente vigentes.

. Ante tal panorama se echa de menos que el episcopado español no esté mucho más preocupado por aportar soluciones a problema tan grave, contando además con la gracia de Dios y con los medios sobrenaturales de los que son depositarios oficialmente por ministerio y oficio sagrados. En parejas circunstancias, en la sociedad civil actual se hubieran ya puesto en marcha medidas más eficaces que contribuyeran a despejar los caminos de su propia pervivencia.

. En su planteamiento y búsqueda de medidas eficaces, se señalan y prevalecen los procesos de concentraciones, la mayoría de ellos aplicables sustantivamente a la institución eclesiástica, al menos por razones de la común -unión que hace ser Iglesia a la Iglesia. Todo cuanto se relacione y potencie la concentración es testimonio y argumento de perdurabilidad y florecimiento en la Iglesia.

. Apuntando a realidades tangibles, aunque cuestionables por algunos, -también miembros de la jerarquía -, es evangélico que, con humildad y respeto, se mencione el caso de un número de diócesis de España, que pudieran y debieran, haberse sometido ya al proceso salvador de la concentración. Cada una de estas diócesis, por pequeña que sea, está presidida por su obispo y cuenta con su respectiva curia, al frente de cuyos organismos, administrativos o no, están siempre los sacerdotes, canónigos por más señas, fácilmente sustituibles por laicos.

. La actualmente vigente falta de concentración de diócesis incita a muchos a pensar que también sus respectivos obispos compartieran la actividad pastoral, al igual que lo hacen los sacerdote, sobre todo en el medio rural. Hay sacerdotes que han de celebrar hasta cinco (¡¡) misas dominicales, aún dejando de hacerlo en otras parroquias.

. El “Reino de Dios” demanda una mayor, más activa y cercana presencia de los obispos en contacto con sus diocesanos. Obispos-pastores rurales podrían mitigar un tanto la angustiosa falta de sacerdotes, y más cuando catequéticamente son adoctrinados de que la asistencia y participación en la eucaristía es de precepto, aunque por razones obvias como su falta de celebración, los excuse de esta “obligación” catalogada entre los mandamientos de la Iglesia.

. El tiempo no se detiene, y las cosas son como son, y no como quisiéramos que fueran,- y más en el terreno religioso-, por lo que la formulación del “precepto dominical” exigiría otras normas, al margen de códigos y, por supuesto, con mayor participación de los laicos.

. La concentración de diócesis paliaría de alguna manera la falta de misas dominicales “por esos pueblos de Dios”,con ayuda directa de los obispos, lo que además contribuiría a que estos descendieran de sus “tronos” catedralicios, dejando “en su lugar descanso” a las mitras y a otros “ornamentos sagrada y solemnemente pontificales”. Soluciones como estas podrían ser de provecho religioso en similares proporciones, tanto a los mismos obispos, como a los sacerdotes y al resto del pueblo de Dios.
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