Ecumenismo Imposible

Hoy por hoy, el ecumenismo –“tendencia o movimiento que intenta la restauración de la unidad entre todas Iglesias cristianas”-, es prácticamente imposible. Es además un término con interpretaciones opuestas y con el que nadie podrá jugar, y menos en el nombre de Cristo, con frivolidad y hasta con políticas, tanto eclesiásticas y de la otra u otras. Cualquier reflexión sobre el tema, efectuada desde la historia, la teología, el amor a la Iglesia, que es y será la verdadera Iglesia de Cristo, habrá de ser bienvenida y respetada.

. La historia del ecumenismo es larga y muy dolorosa. Originó cismas, y estos contribuyeron a hacerlos aún más profundos e insalvables. Tal historia es ciertamente lamentable, aunque en ocasiones pudiera llegar a reflejar buenos deseos de parte de unos y otros por resolver, mitigar o paliar problema tan grave y desedificante.

. El espectáculo que ofrece la Iglesia dividida -“Cristo Roto”- es ciertamente injurioso
y denigrante. Las descalificaciones entre unos y otros, con sus anatemas y reprobaciones “en el nombre de Jesucristo”, incapacita a las instituciones, a quienes dicen representarlas, y al pueblo de Dios en general, a ser testimonio de religiosidad y de vida. Ante “circos” como esos, no cabe más que llorar € implorar el perdón del Altísimo

. Mientras que el Papa, y los teólogos redactan encíclicas, cartas pastorales, homilías y discursos, con los que adoctrinar y formar en la fe con proyección en esta vida y en la otra, el pueblo fiel “oye campanas y no sabe donde”, y optará por no hacerle acogerse a ninguna , o a hacerlo hacia cualquier ONG o secta.

. Como el principio “irrenunciable” que aseguran justificar la desunión y diversificación de la Iglesia, no es otro que el acaparamiento de la verdad y fidelidad a Cristo, es ya hora de que, al menos, y al igual que han hecho ya instituciones y países, se unan e internacionalicen con todas sus ventajosas consecuencias.

. Llegar a la conclusión de que son los dogmas y las “disciplinas” vigentes en unas y otras Iglesias, lo que impiden la unión, significaría privarlas a todas de la sacratísima base y fundamento de la eucaristía- común unión – comunión, sin la cual no es Iglesia la Iglesia.

.Todas, y tal vez más la católica, habrán de hacer toda clase de esfuerzos, siempre que sean evangélicos, por dar los definitivos e irreversibles pasos para la consecución de la unidad en la diversidad, en concodancia con los persistentes mandatos de Cristo. Los ejemplos que las Iglesias cristianas pudieran darles así a otras religiones, habrían de ser gloriosamente positivos.

. Elementos imprescindibles para el logro de la unidad cristiana, habrían de sustentarse en criterios de humildad, humanidad, “desjerarquización”, evangelio, caridad, sensatez, liturgia viva y adecuada a los nuevos tiempos, participación del laicado, reconocimiento de la mayoría de edad de la mujer, respeto a opciones, celibatarias o no, revisión y puesta al día de los códigos de derecho canónico, menor invocación a los dogmas, misterios, credos, artículos de fe y verdades reveladas, desde el convencimiento ciertamente religioso de que, por la información e interpretación de las historias de las Iglesias, se alcanza la feliz conclusión de que la ortodoxia, cabalmente religiosa, no es otra que la de la unidad en la pluralidad. Más que los principios religiosos, fueron, siguen y seguirán siendo la política y los intereses humanos lo que dificultará o frustrará las metas de la común unión entre las Iglesias, con las correspondientes y blasfemas invocaciones a la doctrina de Cristo Jesús, revestidas de falaces argumentos que se dicen dogmáticos y hasta infalibles.

. Ninguna Iglesia será jamás merecedora de anatemas, a excepción de aquellas que hagan uso de tal término contra otras que no sean la suya.


. La espera, sin ninguna esperanza real y efectiva, de que, como en el caso de la Iglesia católica, el ecumenismo solo será posible si las demás se unen a ella, incapacita para seguir invocando término tan sagrado y realmente cristiano. El enriquecimiento sería mutuo para todas las Iglesias, como en los temas de liturgia, de la Sagrada Escritura, de la elección de la jerarquía y de la participación del resto del pueblo de Dios.
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