LaSexualidad y Nosotros

Por multitud de razones o de sinrazones, el hecho es que el de la sexualidad como preocupación en la formación religiosa ha sido y es uno de los temas que en mayores y más apremiantes proporciones sigue siendo afrontado desde perspectivas ético-morales menos seguras ,unánimes y fiables . Esta aseveración fundada con rigor y lamentos en libros y experiencias propias y ajenas, explica a la perfección el perplejo amasijo de ideas y conductas que se registran a la hora sucesiva y amarga de de reflexionar como cristianos acerca de moralidades e inmoralidades concretas que definen y enmarcan las vidas de jóvenes ellos y ellas- y de personas mayores. Desde una concepción super arcangélica del cuerpo y de la mente humana ,basada en argumentos dogmáticos extraídos en gran parte de los tratados de ascética y del santoral oficial de la Iglesia, a otra concepción tanto o más frecuente que ronda los confines de la zoología , sin palabras siquiera para no herir susceptibilidades a la hora de su fiel y exacta comunicación, el tema relacionado con la sexualidad, y su incidencia en la ética cristiana, resulta ser todavía, en no pocos niveles y comportamientos, ciertamente tabú.

El hecho es tan absurdo como triste, entre otras cosas porque ha exiliado del común sentir de los humanos el tratamiento correcto de una de las cuestiones más importantes de la vida y cuya influencia en la misma repercute de manera tan determinante en su acepción y desarrollo. Si en tiempos anteriores los educadores amparados en absurdos e inconsecuentes misterios obviaban cuanto se relacionara con la sexualidad, y como reacción esta irrumpió con toda su desnudez, descaro , deshonestidad y hasta desvergüenza en los sistemas y prácticas educativas, es imprescindible y cristiano , y en conformidad con la voluntad del Creador, que también este tema se trate y se eduque con veracidad y pundonor, propio de personas conscientes.

La posibilidad de que algunas de las ideas que exponemos ayuden a equilibrar la información- formación siempre precisa, justificará cumplidamente este comentario.

. En nuestro caso, a la luz de nuevos estudios, ordenamientos legales y a instancia de una buena parte de la opinión pública y de la interpretación y aplicación ético-moral, los términos sexo y sexualidad registrados en el Diccionario de la RAE precisan de interpretaciones distintas a las que ofrecen . Amparar el término sexo bajo la definición de condición orgánica que distingue al macho de la hembra en los animales y en las plantas, y el de sexualidad bajo el de conjunto de condiciones
anatómicas y fisiológicas que caracterizan cada sexo, no parecen ser hoy las más decentes , preclaras y aceptadas para definir también la identidad específica de hombre y mujer, deszoologizados o desfisiologizados.

. El primer reto que ha de tender arrostrar el educador de cuantos se relacionan con la sexualidad habrá de ser el del descubrimiento y afirmación del yo con todas las consecuencias propias e inherentes a la persona. Sin yo, y su consciente y responsable ejercicio de derechos y deberes, no es posible la persona y, por tanto, sujeto alguno de la relación sexual. En la misma esencia del concepto de la sexualidad se halla su proyección hacia la apertura al tú con el que establecer una relación interpersonal. Sin yo o sin tú sin personas- no hay sexualidad posible. Esta habrá de ser otra cosa. Tan sacrosanto y convivencial concepto jamás podrá aplicársele a ninguna otra relación. Yo-tú y tú-yo, desde la indigencia y oblatividad de cada una de las partes, establecen la relación sexual plenamente afectiva y efectiva con los vínculos del amor. . La reflexión conjunta seria de cada uno de estos conceptos, ni sería ni podrá ser personal ni, por tanto, interpersonal, con imposibilidad de crear un nosotros social . Esto quiere decir, que expresiones como poseer una mujer o gozar de una mujer, por citar algunos ejemplos viriloides, quedan desterrados automáticamente del ejercicio de la sexualidad en su más adolescente e inmadura expresión y vivencia.

. La educación sexual no es obra de un día. Ni de una etapa de la vida, por larga que sea. Es de toda la vida. Jamás estará uno o una, o los dos, sexualmente educados y les será legítimo a cualquiera decir ya o basta, y reconocer que están educadosEl círculo del yo-tú nosotros, con criterios de sexualidad verdadera, no podrá clausurarse. A la familia, a la escuela, a la sociedad, a la comunidad, en nuestro caso cristiana, le compete el sagrado derecho y deber de prestarse a impartir una positiva y prudente educación sexual, con ciencia, conciencia y gracia de Dios.

. Como celibatarios, a-familiarizados y más o menos libre y conscientemente exiliados de los tiempos y espacios del común de los mortales, los clérigos en sus grados diversos hemos debido llegar a la ínclita conclusión de que la sexualidad como tema de opinión y de dogma no es no debe ser- de nuestra incumbencia..Los seglares saben deben saber- mucho más que nosotros. En estos y en tantos otros temas y comportamientos ellos son los maestros. Los clérigos hablarán lo menos posible. De esta manera no se oirán o leerán tantas tonterías y barbaridades. Si en tales temas la Iglesia oficial no se va a fiar de los laicos, la única reacción de los mismos habrá de ser la de pedir su jubilación con todas sus consecuencias doctrinales.
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