Manifestaciones Santas
Las manifestaciones masivas, también las religiosas, son hoy muy frecuentes. Así lo demuestran los datos, la experiencia y las noticias suministradas en los medios de comunicación social. Si alguna persona, grupo o institución decide organizar concentraciones- manifestaciones a favor, o en contra, de alguien o de algo, aún antes de su de su realización, ya puede hacerlo con el número de asistentes y sus resultados. Los expertos se los podrán adelantar con toda –o casi toda- precisión. Los medios para conseguirlo no fallan. Y además, la idea y la intención apenas si cuentan.
. En la Iglesia, y en los últimos tiempos, las manifestaciones- concentraciones parecen ser objetivos fundamentales de su disciplina, ministerio y apostolado. Son muchas las personas, tanto eclesiásticas como civiles, encargadas de que “todo salga bien”, y a cuya tarea se entregan, y entregan su tiempo, con alma, vida y corazón.
. Como “con la glorias se van las memorias”, y “los árboles no dejan ver el bosque”, el solo hecho de la contemplación de las fotos, sobre todo, aéreas y en todas las dimensiones, junto con las cifras “oficiales”, convenientemente hinchadas, obnubilan la verdad y el significado, que auténtica y cabalmente encarnan y pregonan, con ocasión de los diversos acontecimientos.
. No siempre, ni mucho menos, hay religión, patriotismo, reivindicaciones honestas, rechazos o asentimientos consistentes, y aún pactos, en la asistencia y participación en las manifestaciones- concentraciones reivindicativas o de asentimiento. Unas y otras, la mayoría de las veces, adormecen los problemas, o los aplazan hasta mejor ocasión, con lo que los únicos beneficiarios son sus organizadores y aquellas personas, grupos instituciones, contra o a favor de quienes fueran dirigidas.
. El tiempo y los medios empleados en poner en marcha las manifestaciones- concentraciones de carácter religioso, poseen relieve muy singular, en razón a que su testimonio no siempre es el evangélico. La mayoría de las veces no pretenden otra cosa que la ostentación de la expresión de quedar por encima de quienes piensen de manera distinta, y más si se encuadran en el color “rojo” de una de las dos Españas. La satisfacción de ganar en número y en fervor, y quedar por encima de los otros, es raíz y razón de ser de las manifestaciones, hasta de las presididas por la jerarquía en sus más altos y “santos” niveles.
. Como la fórmula está tan expandida, y ya no hay secretos ni misterios para expertos e inexpertos, el testimonio que teóricamente se pretendía pregonar y enaltecer o no es tan efectivo, o se vuelve en contra de la idea y de sus intenciones. Los medios económicos que se necesitan para su organización y puesta a punto, y más en tiempos de “reajustes” familiares, sociales e institucionales, tampoco se justifican y menos “en el nombre de Dios”.
. La ascética es parte importante en la concepción y operatividad de las religiones que se presenten como salvadoras de la humanidad y al servicio de la relación amorosa con su Dios. Por muy poderoso con que presenten a Dios, y al que le recen sus devotos, jamás le complacerán ni le aplacarán los “triunfos” masivos y arrolladores de su jerarquías y de sus partidarios o fieles.
. La más elemental instrucción en la fe cristiana habrá de llevar al convencimiento de que las manifestaciones, por manifestaciones, no son de por sí religiosas. El mismo convencimiento les hará dudar al menos, de si para santos y santas, o para la idea, tales actos masivos son testimonio de cristiandad, de apostolado o de evangelio.
. Las manifestaciones “deportivas” de “La “Roja” en Madrid y en toda España, fueron testimonio y ejemplo. Sin bocadillos, sin indulgencias, con fervor patriótico-deportivo, sin previa organización y sin dineros presupuestados, con fervor en número y participación, fueron mayores que las organizadas por sindicatos, partidos políticos y asociaciones “religiosas”, superándolas con creces y emociones. El portero Reina fue su único maestro de ceremonias.
. En la Iglesia, y en los últimos tiempos, las manifestaciones- concentraciones parecen ser objetivos fundamentales de su disciplina, ministerio y apostolado. Son muchas las personas, tanto eclesiásticas como civiles, encargadas de que “todo salga bien”, y a cuya tarea se entregan, y entregan su tiempo, con alma, vida y corazón.
. Como “con la glorias se van las memorias”, y “los árboles no dejan ver el bosque”, el solo hecho de la contemplación de las fotos, sobre todo, aéreas y en todas las dimensiones, junto con las cifras “oficiales”, convenientemente hinchadas, obnubilan la verdad y el significado, que auténtica y cabalmente encarnan y pregonan, con ocasión de los diversos acontecimientos.
. No siempre, ni mucho menos, hay religión, patriotismo, reivindicaciones honestas, rechazos o asentimientos consistentes, y aún pactos, en la asistencia y participación en las manifestaciones- concentraciones reivindicativas o de asentimiento. Unas y otras, la mayoría de las veces, adormecen los problemas, o los aplazan hasta mejor ocasión, con lo que los únicos beneficiarios son sus organizadores y aquellas personas, grupos instituciones, contra o a favor de quienes fueran dirigidas.
. El tiempo y los medios empleados en poner en marcha las manifestaciones- concentraciones de carácter religioso, poseen relieve muy singular, en razón a que su testimonio no siempre es el evangélico. La mayoría de las veces no pretenden otra cosa que la ostentación de la expresión de quedar por encima de quienes piensen de manera distinta, y más si se encuadran en el color “rojo” de una de las dos Españas. La satisfacción de ganar en número y en fervor, y quedar por encima de los otros, es raíz y razón de ser de las manifestaciones, hasta de las presididas por la jerarquía en sus más altos y “santos” niveles.
. Como la fórmula está tan expandida, y ya no hay secretos ni misterios para expertos e inexpertos, el testimonio que teóricamente se pretendía pregonar y enaltecer o no es tan efectivo, o se vuelve en contra de la idea y de sus intenciones. Los medios económicos que se necesitan para su organización y puesta a punto, y más en tiempos de “reajustes” familiares, sociales e institucionales, tampoco se justifican y menos “en el nombre de Dios”.
. La ascética es parte importante en la concepción y operatividad de las religiones que se presenten como salvadoras de la humanidad y al servicio de la relación amorosa con su Dios. Por muy poderoso con que presenten a Dios, y al que le recen sus devotos, jamás le complacerán ni le aplacarán los “triunfos” masivos y arrolladores de su jerarquías y de sus partidarios o fieles.
. La más elemental instrucción en la fe cristiana habrá de llevar al convencimiento de que las manifestaciones, por manifestaciones, no son de por sí religiosas. El mismo convencimiento les hará dudar al menos, de si para santos y santas, o para la idea, tales actos masivos son testimonio de cristiandad, de apostolado o de evangelio.
. Las manifestaciones “deportivas” de “La “Roja” en Madrid y en toda España, fueron testimonio y ejemplo. Sin bocadillos, sin indulgencias, con fervor patriótico-deportivo, sin previa organización y sin dineros presupuestados, con fervor en número y participación, fueron mayores que las organizadas por sindicatos, partidos políticos y asociaciones “religiosas”, superándolas con creces y emociones. El portero Reina fue su único maestro de ceremonias.