Obispos, Acolitos del Papa

Por aquello de “Ecclesia semper reformanda”, es decir, que la renovación, revisión y reforma son consustanciales a la Iglesia, y porque además, por personas y por cristianos, tenemos capacidad y obligación de ver, de sentir y de efectuar estadísticas, el hecho es que la Iglesia clama por una más seria y efectiva capacitación para ser respuesta a los problemas del mundo. Ella está como a las afueras y como si tales problemas no fueran con ella. Desencarnada y sin vida. Nuestra reflexión en estas sugerencias se centra particularmente en torno al Episcopado, parte importante -esencial- en el proyecto eclesial.

. Escribí en otra ocasión, y me reafirmo en la escrito, que, como colectivo, el episcopal, al menos en España, es uno de los que poseen más menguado relieve, también en lo social, convivencial y hasta en lo político, en su más noble acepción de servicio al pueblo. Ya sé que me expongo a críticas duras, y en las que indebida e irrespetuosamente harán intervenir al propio Espíritu Santo. Pero los hechos con los hechos y, por ejemplo, en el Episcopado español no se registra hoy el nombre de cualquiera de sus componentes del que, por su santidad, proyección social, teología, filosofía, biblia, profetismo, santo atrevimiento, decisión y oportunidad en sus enseñanzas … los medios de comunicación extranjeros, religiosos o no, se hagan eco. La medianía es ciertamente antievangélica, y desvitaliza.

. En general, a la historia y a la teología del Episcopado le faltan por recorrerán largo camino para que los expertos lleguen a estar moderadamente satisfechos. Presidir la propia Iglesia, ser vínculo de comunión de la suya con las de los otros, profetas y doctores, elegidos por el pueblo, sucesores-colaboradores de los apóstoles y otras definiciones, leyes y comportamientos, siguen y seguirán a la espera de que los 4, 5oo obispos del orbe católico se pongan al día en la sacrosanta tarea de ser y actuar como lo que representan y para lo que fueron elegidos.

. Y precisamente es la palabra “elección” la más relevante en el planteamiento del tema. De elección –“designación que regularmente se hace por votos”-, nada de nada. Se eligen, es decir, se seleccionan, se escogen o prefieren, sin contar aun con aquellos de quienes van a ser sus pastores. A veces, en contra. Ni los elige el pueblo –Pueblo de Dios-, ni en frecuentes ocasiones, este los acepta. No fue así en la antigua Iglesia. En la misma, derecho fundamental del clero y del pueblo fue considerada la elección de su obispo, de cuyo nombramiento hoy suelen enterarse por la radio o por la prensa. Los testimonios de los Santos Padres adoctrinando a la Iglesia acerca del deber de elegir a sus pastores, son terminantes y no se explica cómo hoy no se les hace el menor caso.

. A los obispos los eligen e imponen hoy los Nuncios de los diversos países y la Curia romana. Sus nombramientos se les suelen atribuir a los Papas, pero a este se lo dan todo hecho. Mienten quienes digan lo contrario. Los Nuncios actúan por su cuenta, previa la información que puedan suministrarle sus habituales asesores de las diversas y “piadosas” tendencias,Congregaciones- prelaturas o influyentes obispos, pero siempre al margen de lo que les manifiesten grupos de sacerdotes y laicos, conocedores de lo que necesitan sus diócesis. Esto explica, por ejemplo, que el tipo de obispo que preferentemente interesa en la actualidad es el dócil, obediente a la ortodoxia y defensor de la pastoral sacramental a ultranza. Por supuesto, que poco o nada abiertos.

. Desde los tiempos anti eclesiales del emperador Constantino I “El Grande”, en relación con los obispos no se ha avanzado, sino todo lo contrario. La relación obispo-poder es anti evangélica y anti cristiana. La identificación con “personaje poderoso del imperio y de los reinos” ronda los confines de la blasfemia. La irreverencia es bien patente.

. La concesión del título de “obispo” sin diócesis, y sin cargo pastoral, a curiales y asimilados, es poco serio. El Episcopado jamás será premio, distinción o condecoración. Con los palacios, los títulos superlativos, las mitras y los báculos, y con la significación que ellos suponen en la Iglesia de Cristo, no es decoroso jugar. Aunque durante siglos “episcopado” y “generador de rentas” se matrimoniaron indisolublemente, los tiempos son ya otros, pero todavía urge que de aquellos se eliminen cuanto antes todos los vestigios que puedan recordarlos.

Ministerio y preocupación primordial, y de actualidad soberana, para los obispos, será la de prescindir de la condición de “acólitos del Papa”, que la mayoría han de ejercer, y ejercen, en la actualidad.
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