Papa "Nuevo" y Reformador

Como la historia es historia, con el respeto, caridad y consideración debidas, antes de reflexionar acerca de la renuncia- jubilación del Papa Benedicto XVI, publiqué en esta misma sección un par de artículos, fechado uno, con el título de “Jubilaciones para los Papas”, el día 12 de julio de año 2,011. El otro –“Jubilación papal”- fue publicado el 25 de febrero del 2,012. Unos, que se intitulan a sí mismos, “defensores de la ortodoxia”, - “Moisés”, Cigoña, “Miscato”, “hijo de la Iglesia” y otros,- rastrearon en los diccionarios plebeyos y me endilgaron un rosario de anatemas y adjetivaciones perversas y desacreditadoras, tales como hereje, insensato, apóstata, impío y ateo, iconoclasta y sectario, además de “viejo” y de “feo”.

. Benedicto XV, uno de los Papa de mayor relieve en la historia de la Iglesia y de todo el mundo, con su renuncia, acaba de dar de fe y de amor insuperable y sublime. Una persona, tan bien preparada teológicamente, viviendo al margen de prebendas y de titulitis más o menos mundanos, con humildad y decencia intelectuales, estaba obligado a tomar esta decisión.

. Alegar que han sido la falta de salud, y el convencimiento de no poder ya con la carga de responsabilidades inherentes al ejercicio de su ministerio pontificio al frente de la Iglesia, no convence a muchos, por la sencilla y contundente razón de que la mayoría de sus antecesores, como el mismo Juan Pablo II, con más y más graves achaques, permaneció, o le hicieron permanecer, al frente y al servicio de la cristiandad “hasta no poder más”. No imagino que con gesto, Benedicto XVI haya pretendido desdorar los nombres de quienes fijaron hasta la muerte su permanencia en la “sede apostólica”, imposibilitados para discurrir por su cuenta, y manipulados por otros. Es posible –seguro- que pronto se descubran las verdaderas razones que llevaron al Papa a enclaustrarse en un monasterio y dedicarse a la contemplación y a orar por la Iglesia.

. Y ahora, ¿qué? La permanencia de la Iglesia está asegurada, pero a quienes pensamos y creemos en ella, nada ni nadie podrá impedirnos discurrir y presentir el futuro. Si el mismo Benedicto XVI no consiguió reformar en profundidad, y con argumentos teológicos, la curia, y a quienes encarnan y sirven a sus intereses particulares, institucionales, de grupos o de congregaciones que se dicen religiosas -y que no tengo por qué citarlas por ser conocidas-, el Papa que lo sustituya habrá de distinguirse fundamentalmente por ser reformador y por encaminar a la Iglesia y a todo el pueblo de Dios, por senderos de modernidad, siempre fieles a Jesucristo y al mundo. De no ser así, todo o casi todo permanecerá de la misma manera, con lo que sería inútil el laudable gesto del Papa.

. Son muchos dentro y fuera de la Iglesia católica, que aspiran a que al próximo Papa, por ejemplo, no proceda de la Curia romana, ni de ninguna congregación, prelatura, orden religiosa o corriente espiritual caracterizada más por el culto que por el testimonio de vida profesional o laboral y en contacto con el mundo real. Se desea que el Papa sea joven, buena persona, con visión de futuro, profeta, no diplomático de carrera o de formación, con santas alergias a celebraciones solemnes masivas y ostentosas , papamóviles y otras farfollas y zarandajas, audaz, pobre de verdad y en las apariencias.

. Desde el convencimiento salvador de que África y Latinoamérica son próximamente el futuro de la cristiandad, el nuevo Papa debería proceder de estos continentes. Hay laicos bien preparados, con los que se pudiera contar como “papábiles”, con la ventaja de haber vivido en el mundo real y no “en el mejor de los mundos”. Aunque por ahora pudiera catalogarse de frivolidad eclesial, también algún día la sede de Pedro llegará a estar ocupada por alguna mujer. No hay razón insalvable para que esto pueda ocurrir.

. El futuro Papa prescindirá de títulos tale como Su Santidad, Roma Pontífice Vicario de Cristo, Vice-Dios, Santo Padre, Jefe Supremo del Estado del Vaticano… confluyendo en él todos los poderes divinos y humanos. Su elección no seguirá estando exclusivamente en manos de los cardenales, con políticas o politiquillas raseras. El cambio del nombre de pila con su correspondiente apellido, cambiándolo por de los emperadores, no creo que sea necesario, sino todo lo contrario.

. Afrontar la operatividad de los sistemas democráticos, la trasparencia y limpieza en las cuentas, limosnas y rentabilidades bancarias, es artículo de fe y testimonio de vida. Lo es también el esfuerzo infinito de despejar los caminos del ecumenismo, aunque ello exija la revisión de verdades que se dicen dogmáticas, pero que no pasan de ser puramente canónicas y controvertibles. El pecado del “Cristo Roto” merece y reclama infinidad de esfuerzos, que justificarían el ministerio y la vida de un Papa.
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