Rectificaciones Ya

De sabios es rectificar, y de santos /as es seguir con humildad y atención cuantas rectificaciones precisa y, a veces, sugiere la Iglesia por formar parte del Cuerpo Místico de Cristo. Algunas áreas eclesiales y eclesiásticas, que en mayor proporción y urgencia reclaman seria y profunda rectificación penitencia, pueden ser las siguientes:

. ¿Rectificará algún día la Iglesia la inmensa hipocresía que supone rechazar el divorcio, y a la vez conceder nulidades de matrimonios perfectamente válidos? ¿Les seguirá negando la recepción de los sacramentos a los divorciados que no consiguieron tales nulidades, por los procedimientos canónicos establecidos?

. ¿Hasta cuando, y por qué, será obligatoria la asistencia semanal a un sitio público, como es el templo, apetezca o no, sin atisbar su misterio, al menos lo suficiente para que contribuya a la educación en la fe y en el verdadero culto a Dios?

. ¿No resultará a todas luces excesiva la importancia religiosa y social que reclaman para sí, y se les confiere, a los sacerdotes, obispos y Papas? ¿No mandan demasiado, y además, en el nombre de Dios?

. ¿En qué razones fundamentan la completa seguridad que poseen, y manifiestan tener, en asuntos tan discutidos como, por ejemplo, en los temas relacionados con la moral sexual, dentro y fuera del matrimonio, en los que los mismos expertos no pronunciaron aún la penúltima palabra?

. A la mayoría de los cristianos, a los que no lo son, ni aspiran a serlo, les da la impresión de que sacerdotes, obispos y Papas siguen constituyendo una casta impenetrable, misteriosa, mágica y alejada de la realidad y de los problemas que afectan de verdad al pueblo, y para los que el cristianismo, y sus representantes, habrían de encarnar respuestas de redención y de vida.

. Tal convencimiento les conduce a muchos a la duda de si la figura de Cristo Jesús fue manipulada de tal forma que la Iglesia- institución apenas si la vive y la representa, con la fiabilidad que demanda el evangelio.

. Los católicos, ni aún los militantes, no son buenos, ni mejores, ni santos, como los que no piensan serlo algún día, abandonando sus creencias o increencias. Por si algo faltara, no pocos cristianos en determinadas circunstancias, aprovechan su pertenencia a la Iglesia para medrar, con la seguridad de que su situación de privilegio continuará también en la otra.

. Son ya muchos los que piensan, y se preguntan, de qué sirve su condición de cristianos, si tal condición no los hace mejores, o lo hace tan solo a muy pocos.

. A veces se percibe que la Iglesia pretende convivir salvando por encima de todo los intereses especialmente institucionales. El recuerdo más o menos actualizado de las cruzadas, las guerras santas, la Inquisición, la quema de los herejes, el contubernio con los poderosos y ricos y otras actividades consideradas religiosas, la confianza y apoyo en los poderosos y en los ricos, así como la incierta predisposición a dar paso a doctrinas y comportamientos de libertad y justicia, siguen proclamando la urgente y profunda necesidad que tiene la institución eclesial de someterse a revisión. A amigos y a enemigos les asalta la tentación de concluir que se trata del penúltimo esfuerzo, desesperado además, por atraer y conservar la reserva de sus fieles, con razones muy convincentes de que lo que hace y dice la Iglesia interesa cada día menos.

. ¿Para cuando, por ejemplo, la rebelión de toda una diócesis al imponérsele un obispo en cuya elección y nombramiento no haya intervenido el pueblo de Dios, con los sacerdotes, que por eso, y para eso se intitulan diocesanos?

Es posible que a algunos les parezca un tanto, o un mucho, apocalíptica la revisión pergeñada en los párrafos anteriores. A otros, no obstante, les resultarán plenamente veraces y aún parcas.
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