El velo y los velos

Son muchos los interrogantes que se formulan durante estos días los medios de comunicación social respecto al uso o abuso del velo -“hiyab”-. El siguiente pudiera ser un certero resumen de los más importantes:
. ¿Es útil, oportuna y acertada la prohibición del velo, en la que tantos hoy están empeñados en España?
. ¿Es el velo objeto y signo fundamentalmente religioso, o es también y sobre todo, cultural o pseudo-cultural?
. ¿La explicación legal a su empleo y servicio es convincentemente piadosa o pertenece sin más al capítulo de “usos y costumbres” de determinados pueblos y comunidades, en el que por cierto se introducen adoctrinamientos clave acerca de la sumisión total que la mujer le debe al hombre por hombre-varón?
. Para evitar contingencias y situaciones aún más comprometidas por semejanzas y analogías ¿sería aconsejable, y hasta obligado, dejar que el uso del velo permaneciera intacto en comportamientos y actos estrictamente cívicos o convivenciales, que no tuvieran relación directa con las creencias de cada uno?
. Aún en el caso de que el uso del velo, o de otros signos o símbolos, fueran mayoritariamente religiosos ¿sería impensable su limitación o su prohibición, en algunos casos, si con ello se intentara sobre todo evitar ciertos usos incorrectos o perjudiciales para la comunidad?
. ¿No podría alegarse con toda justicia y consideración el congruente argumento de la reciprocidad inter-religiosa, de tal manera que jamás podrá exigirse, y menos por motivaciones piadosas, que la práctica que les demandamos a otros países, no estemos dispuestos ni siquiera con la ley en la mano, a concedérsela a ellos mismos, si nos la solicitan en igualdad de condiciones y de circunstancias?
. ¿Seguiría siendo todavía impensable la construcción y culto de ermitas, templos o iglesias católicas en países que les reclaman al nuestro la construcción, y aún la dotación, de mezquitas y de algunas otras instalaciones religiosas y manifestaciones públicas de culto?
. ¿Se predica y practica la coherencia como virtud y comportamiento universal -convivencial y humano- y, por tanto, superior a cualquier otro, que llegue a ser a lo sumo, estrictamente religioso o piadoso?
. Para poder responder con lógica y corrección a estos y a otros interrogantes, es básico disponer de la elemental convicción de que sin reciprocidad no hay convivencia ni entre las personas, ni entre las instituciones, ni entre los pueblos, así como que las leyes, normas y ordenamientos habrán de ser idénticas e iguales para todos.
Es también básica la creencia de que las operaciones “taifas” no son hoy de recibo y, entre civilizados, imbuidos de la idea de que, en la diversidad, el mundo -todo el mundo- es poco menos, o poco más, que un patio de vecindad y de convivencia.
Las soluciones “taifa” -pasteleo, contemporización o chalaneo- jamás podrán resultar rentables y, a la larga, crearán más y mucho más graves problemas hasta llegar a enquistar aquellos que en sus inicios pudieran haber sido feliz y definitivamente resueltos...
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