¿Blázquez a Pamplona?

El Confidencial Digital se hacía ayer eco de la próxima promoción de Blázquez a Pamplona, sustituyendo al actual arzobispo Don Fernando Sebastián.

Si todo es posible en Granada más lo es en la Iglesia española. No hay más que recordar la elección de Blázquez como presidente de la Conferencia episcopal. Para lo cual nuestros inteligentes obispos se cargaron primero la candidatura del cardenal Rouco y después le prefirieron al hoy cardenal Cañizares. Y si hablamos de nombramientos, ¿qué vamos a decir? Blázquez a Bilbao fue una equivocación que todo el mundo veía salvo quien propuso el nombramiento. Un obispo residencial, caso Borobia, convertido en auxiliar fue definido por alguien como un capitán ascendido a sargento. Darle a Don Atilano, ya obispo, la diócesis de Ciudad Rodrigo ya fueron ganas de decir urbi et orbi la idea que se tenía de su capacidad. "Ascensos" como los de Felipe Fernández a Tenerife, González Montes a Almería, Sebastián a Pamplona, Algora a Ciudad Real, Noguer a coadjutor de Huelva... dejaron asombrados a no pocos que ignoraran lo que había de reprimenda en el traslado. Reprimenda que no creo existiera en el caso del aragonés trasplantado a La Mancha.

Pues Blázquez podría ir a Pamplona. Pero... Don Fernando Sebastián no cumple los setenta y siete años hasta el 14 de diciembre de este año. Y si a Yanes se le dejó cumplirlos como arzobispo de Zaragoza, con algún mes más de regalo, se entendería como un feo notable a monseñor Sebastián tener una conducta distinta con él. Y si es cierto que la salud no es buena, tampoco le imposibilita para el ejercicio del cargo. Le llegaría entonces el traslado-promoción cuando ya habría entrado en el tercer año de su presidencia de los obispos que ya nadie piensa pueda repetir dado su espectacular fracaso. Poco sentido tendría por tanto el ascenso.

Además no es tampoco Pamplona diócesis fácil y Blázquez se ha demostrado incapaz de regir cualquiera que no sea un bombón. Los problemas le pueden y no sabe ni quiere resolverlos. El ascenso, por otra parte, es escasísimo. Sólo le supone el palio. Porque si en Bilbao tiene más de un millón de diocesanos, en Pamplona tendría la mitad. Darle, por tanto, la archidiócesis más humilde de España es también decir muy claro que no se merece casi nada.

Y no se lo merece. Hasta el momento todo lo ha hecho mal. Tanto en su diócesis como al frente de la Conferencia. Si a los obispos se le pusiesen notas la de Blázquez sería un suspenso bajísimo. Apenas superaría a Asurmendi, a Uriarte, a Soler y no creo que a ninguno más.

El Confidencial Digital suministra más información al sugerir que su sustituto en Bilbao procedería de Córdoba. No sería un andaluz sino un vasco nacido en Guernica en 1965. La Iglesia, que aunque en ocasiones mete la pata, es sabia, ha encontrado el modo de burlar las pretensiones nacionalistas. Hay muchos sacerdotes, vascos o catalanes, que huyeron de unos seminarios politizados, progresistas y semivacíos para buscar un lugar donde les formaran para lo que querían ser: sacerdotes de Jesucristo. Alguno ya ha llegado al episcopado. Me parece una vía necesaria si se quiere salvar lo poco que queda ya de Iglesia en Cataluña o las Vascongadas.

Si bien en estas últimas, no habrá restauración posible hasta que no se hayan ido Juan María Uriarte, Miguel Asurmendi y Ricardo Blázquez. Esa es al menos mi humilde opinión.
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