Más sobre Entrevías.

La noticia actual es, sin duda, el cierre de la parroquia de Entrevías, en Madrid, por su impresentable actuación eclesial. Yo no recuerdo ningún caso semejante en mi ya larga vida de pertenencia a la Iglesia.



En estos momentos no sé si la medida vino impuesta de Roma, como se ha dicho por alguno, y el cardenal de Madrid la asumió, o si el acto gravísimo se debió a voluntad decidida de Don Antonio María Rouco.



Porque no es lo mismo. A mí me gustaría que hubiera sido mi Pastor quien, viendo tanto abuso extraeclesial, decidiera cortarlo. No sería igual si, pasando él por todo, le conminaran desde el Vaticano que acabase con tanto desmán. En el primer caso habría quedado como obispo celoso que no consiente excesos al margen de toda norma de la Iglesia. En el segundo, sólo habría sido un dócil obispo que, sin haberse enterado de nada, o habiéndose enterado y consintiéndolo, obedece instrucciones que llegan de quien puede dárselas.



Sea lo que fuere, debemos tomar nota de que, si no nos callamos, tenemos mucho poder. Bien vía Roma, que sería bastante penoso, o llegando a nuestros obispos. Y estos saben ya que situaciones como las de Entrevías en adelante no van a pasar desapercibidas. Van a ser públicas. Y a tambor batiente.



Los obispos verán si se hacen cómplices o encubridores de hechos inadmisibles. Pero con la certeza de que van a salir a la luz pública. Y de que ellos no van a quedar muy bien haciendo el Don Tancredo.



Lo de la parroquia suprimida es bochornoso. E incomprensible haya estado abierta así tanto tiempo. Parece que sus tres curas, Castro, Baeza y Díaz, han optado por la vía cismática. Estupenda noticia. Porque se van. Y, tal como son, mucho mejor idos que quedados. Estos días reciben apoyos y aplausos. Pero esos no durarán ni un mes. Luego como los del MOCEOP, aunque no se casen. Ya no serán nadie.



Y curiosas las adhesiones que reciben. Algunas de grupos marginales de la Iglesia. Esos que critican permanentemente la institución. Y, las más, de sectores no ya extraeclesiales sino abiertamente beligerantes contra la Iglesia. Por ejemplo de Zerolo.



La historieta de los pobres ya no engaña a nadie. La verdadera entrega de la Iglesia a los más necesitados está en los cotolengos, en las hermanitas de la Cruz, en las hijas de Teresa de Calcuta, en tantísimas personas entregadas a ellos sin alharacas ni protagonismos. En una ocasión me presentaron a una señora de Bilbao. Muy mayor, condesa y de familia riquísima. El que me la presentó me dijo después que dos o tres días a la semana iba a un asilo de ancianos a ayudar a las monjas a limpiar las cacas a los asilados. Seguro que después de haber ido a misa y de comulgar el Cuerpo y la Sangre de Cristo y no rosquillas o turrones. Para eso seguro que los había mucho mejores en su casa.



Estupendo si esos tres, y sus ocho amigos y amigas, no hay muchos más, montan una ONG para atender a necesitados. Que para eso no es necesario ser Iglesia. Les deseo en ello muchísimo éxito. Y que se sientan muy realizados. Pero que dejen de darnos la murga como sacerdotes de la Iglesia.



Leo hoy que el Consejo presbiteral del cardenal Rouco era partidario de la suspensión a divinis de esos curas. Por unanimidad, con una abstención. Propuesta que el cardenal, según dicen, rechazó. Pues, señor cardenal, al tiempo. Terminará suspendiéndoles. Hay cosas que no tienen arreglo.
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