Ganas de tirar el dinero.

A la BAC debe sobrarle, y a espuertas, porque en otro caso no se entiende la publicación en dos volúmenes de las homilías, cartas pastorales y demás elucubraciones del obispo de Sigüenza-Guadalajara, José Sánchez.

Creo no exagerar si aseguro que no se van a vender más ejemplares que los que el obispo compre para regalar a sus amistades. Que tampoco lo leerán. Ya sé que se publican muchos libros inútiles, también por la BAC, pero dudo mucho que haya alguno que supere en inutilidad al de este despilfarro.

José Sánchez, Rasputín de vía estrecha de nuestro episcopado, está a `punto de presentar la renuncia de la mitra alcarreña. A día de hoy quedan ya menos de diez meses para ese día feliz en la Iglesia española. Hace ya tiempo que sus amigos, que tampoco comprarán el libro, dejaron de postularle para altos puestos eclesiales convencidos de la inutilidad de su grotesco empeño. Estaba clarísimo que en Roma no pensaban como ellos. Ya demasiado arriba había llegado. Incomprensiblemente llegado.

Otros amigos, herederos ideológicos estos de los asesinos del obispo mártir de Sigüenza, monseñor Nieto, acaban de pintarrajearle las paredes del abandonado seminario seguntino. Así le pagan sus guiños y sus desvelos. Sin embargo, setenta y dos años después, todavía ha vuelto monseñor Nieto a la capital de su diócesis aunque fuera en la brocha de unos malnacidos. Eso no ocurrirá nunca con Sánchez. Pasados unos cuantos años, muy `pocos, nadie se acordará de él. Y su libro, nada menos que en dos volúmenes, permanecerá intonso y polvoriento en alguna biblioteca oficial. Simplemente haciendo bulto. Inútil bulto.

"Al servicio del Evangelio". ¿De qué evangelio? Sigüenza había tenido en los últimos tiempos unos excelentes obispos hasta la llegada de éste. A uno de ellos lo vamos a ver pronto en los altares aunque nada para ello haya hecho el que hoy está en puertas de irse. También en eso se hermanan Sigüenza y Barcelona, tan hermanadas ya en las personas de sus actuales prelados.

No me duelen las pintadas en el viejo caserón. De esa chusma no se puede esperar otra cosa y hasta son un reconocimiento de lo que fueron aquellas paredes. Donde se formaron tantos obispos excelentes que tanta gloria dieron a la Iglesia hispana. Lo que me duele es que ya no alberguen seminaristas. Y que tampoco estén en ningún otro lugar de la diócesis. Sánchez acabó con ellos. Lo que se llevó a Guadalajara está a punto de cerrar. Porque ya no hay nadie. ¿Al servicio del Evangelio?
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