Seguimos en Televisión. Después de la misa nos han dado un reportaje sobre la actividad de una comunidad de maristas en unos pueblos perdidos y despoblados de Navarra. Allí, ante la escasez de sacerdotes, ejercen el ministerio de la palabra cuando el cura no puede hacerse presente, distribuyen la comunión, dan catequesis a los escasísimos niños, visitan a los enfermos...
Por lo que se vio todo muy bien, con mucho espíritu religioso y gran cercanía a los fieles. Un excelente servicio eclesial. Dios les bendiga.
Pero... Siempre hay un pero. La vocación de los maristas es la enseñanza. A ello dedican su vida consagrada. Hasta que los años lo impiden. Y un grupo de ellos, o la congregación, con excelente criterio, ha pensado que podían y debían seguir siendo útiles a la Iglesia y agotar sus días no en una casa de retiro sino prestando servicio a los fieles. Y por lo que se ha visto muy buen servicio.
Pero tenemos que ser realistas. Eso resuelve apenas unos años. Creo recordar que los integrantes de esa comunidad tenían 64, 74, 77, 79 y 82 años. Estaban incluso muy bien físicamente para esas edades pero dentro de diez años, de vivir todos, tendrán 74, 84, 87, 89 y 92. Ya me dirán ustedes si será posible su hoy magnífica labor.
No hay nada de crítica en mis palabras. Les aplaudo de toda corazón su dedicación y su celo. Pero, o consiguen vocaciones, o en poquísimo tiempo echan el cierre. Con pérdida cierta para la Iglesia y para esos pueblos de Navarra que hoy los disfrutan.