Santo Padre: necesitamos obispos.
Nos imaginamos lo complicado que debe ser elegir un sucesor de San Pedro. Y, además, estamos todos encantados con las sucesivas elecciones. Sea obra directa, indirecta o permisiva del Espíritu Santo. Pero vemos, con indescriptible alegría, que en veinte días, más o menos, la Iglesia vuelve a tener un Padre. Pues no entendemos, Santísimo Padre, que para nombrar a un obispo de una diócesis perdida, tan hermano vuestro en la sucesión apostólica como cualquiera otro obispo, descontado por supuesto el primado eclesial, se necesiten meses y meses de no se sabe que elucubraciones.
En España la Iglesia nos tiene huérfanos. En unos obispados, Lérida, Osma-Soria, el arzobispado castrense, porque están sin obispos. Y en otras diócesis porque sus predecesores, habiéndole pedido a sus respectivos prelados la renuncia al cumplir los setenta y cinco años, son mantenidos en una situación difícil que no es buena para nadie.
Los obispos piensan que para lo que les queda cuanto menos se signifiquen mejor, aunque suelen aprovechar para colocar a sus paniaguados, y sus súbditos, ya clérigos o fieles, tienden a pensar que todo el campo es orégano.
Su Santidad nos tiene en esa segunda situación a Valencia, Málaga, Lugo, Segovia y Gerona. No entro en los obispos auxiliares porque esa es cuestión de los residenciales que verán si los necesitan o no.
Bien sé, Santo Padre, que entre sus altísimas ocupaciones no puede estar si el obispo de Segovia o el de Gerona, que seguramente ni conoce su existencia, deben ser sustituidos o no. Pero ahí están. Con graves problemas para sus diócesis.
Con devoción filial, al Vicario de Cristo, desde la fe y el amor, le ruego se sirva disponer que quienes Vuestra Santidad ha designado para el nombramiento de los obispos no hagan que el nombramiento del obispo de Osma-Soria o el de Lérida, por ejemplo, sea más difícil que el del Papa.
No tiene el menor sentido. Sólo engendra complicaciones. Haga lo que haga Vuestra Santidad no voy a discutirlo. El que el Papa nombre será el obispo legítimo de la diócesis. Pero me permitirá que exprese mis perplejidades. El obispo de Roma y cabeza de la Iglesia en veinte días y el de una perdida diócesis española meses y meses. Yo no lo entiendo. Y me da la impresión que Vustra Santidad, si lo conociera, tampoco.