Por fin lo he conseguido. O, mejor dicho, acaba de conseguirlo un yerno mío. Y como comprenderéis la imagen era absoluta necesaria. Y es absolutamente vergonzosa.
La cruz de Cristo la han sustituido los jesuitas de Cochabamba por la hoz y el martillo. Y se habrán quedado tan frescos. Los de Cochabamba, su padre provincial y el mismísimo Kolvenbach.
Es la ilustración de una propaganda de Ejercicios Espirituales -¡Dios mío, qué Ejercicios serán!- y supongo, aunque eso no puedo asegurarlo, que debe ser el Cristo de alguna capilla jesuítica boliviana.
Es sacrílego. Es traidor. Y, sobre todo, es estúpido. La hoz y el martillo es el símbolo bajo el cual sus seguidores persiguieron y asesinaron a miles y miles de fieles de Cristo. Y unos jesuitas malnacidos se atreven a sustituir la cruz bendita por esa asquerosa representación. El Cristo de la hoz y del martillo.
La paciencia, salvo la de Job, tiene límites. Me parece que con esto se han rebasado ampliamente todos. Entiendo que la inmensa mayoría de los 19.000 jesuitas no tenían ni idea de que algunos hermanos habían cambiado la cruz por el emblema comunista. Tal vez incluso el padre provincial del imbécil responsable de esto, del malvado responsable de semejante sacrilegio, le haya dado una patada en su ignaciano trasero y lo ha puesto en la calle. Pero esas cosas tienen que saberse. Jesuita expulsado de la Compañía en Bolivia por cretino.
Si no ha pasado nada, que es lo que me temo, algo está en la Compañía todavía peor de lo que yo pensaba. Y entiendo que se vaya Kolvenbach al comprobar las víboras que ha criado en su mandato.