En el Vaticano deberían aprender.

Estods periodos de sede vacante, efectivos o como si lo fueren, no aportan nada bueno a los obispos ni a la Iglesia. Pues a prorrogarlos meses y meses sin beneficio para nadie y en perjuicio de todos.

En épocas anteriores, hasta no hace mucho tiempo, el obispo regía su diócesis hasta su muerte. Salvo que renunciara por enfermedad o por otros motivos. Si no renunciaba y estaba prácticamente imposibilitado se le nombraba un coadjutor. Lo que causó más de un conflicto.

La prolongación de la vida ha hecho que en estos momentos haya unos cien obispos mayores de noventa años, edad que imposibilita, salvo contadísimos casos, atender debidamente al ministerio episcopal. Y lo mismo cabe decir de muchos de los octogenarios.

Se tomó la decisión de que presentaran la renuncia a una determinada edad y me parece muy bien. En beneficio de sus diócesis. Ya en que sean los setenta y cinco años, los setenta y ocho o los ochenta no entro. Creo que está bien fijar una edad más baja y si un determinado obispo lo está haciendo muy bien y se encuentra con capacidades físicas y mentales se le puede prorrogar. Pero también creo que esa prórroga debe ser expresa, por un número de años, como se hizo con el cardenal Carles. Con lo que se cortaron las especulaciones durante los años prorrogados.

Ahora, cuando un obispo cumple los setenta y cinco comienzan las quinielas sobre su sucesor. Y ya no digamos cuando la diócesis queda vacante por fallecimiento o traslado.

Antes tampoco se hablaba de esas cosas. Hoy, en cambio, están en todos los periódicos y en infinitas páginas de internet. Ello será bueno o malo pero es la realidad. Y es inútil poner puertas al campo. No sirve para nada.

En el Vaticano conocen perfectamente el día en el que un obispo presentará la renuncia. Ese mismo día se le debería aceptar o comunicarse que el Santo Padre ha decidido prorrogar un año o dos su ejercicio episcopal. Y, si quieren más seguridades, con una cláusula que añada: salvo posterior decisión del Romano Pontífice.

Y el día en el que le toque cesar,cesa. Y con nombramiento en el mismo instante del sucesor. Nos ahorraríamos todas estas quinielas, tener a no sé cuantos obispos en el pim, pam, pum del elogio o de la crítica, a las diócesis revueltas, a los aspirantes de los nervios...

Ahora algún bobo dirá que entonces `por qué no me callo yo. Pues porque sería igual. Lo dirían otros. Hoy ya hay que contar con eso. Raro es el nombramiento episcopal que sorprende. Casi todos se conocen antes, e incluso mucho antes, de que los anuncie la nunciatura. Esto ya no hay quien lo pare. Pues a estar con los tiempos y no con un pasado fenecido.

El nombramiento de un obispo puede dar un par de días o una semana de comentarios. Pero no más. Ya está hecho y no hay quien lo mueva. Las críticas, o las alabanzas, ya serán por lo que haga. Y lo que haga tiene que ser muy notable, en bien o en mal, para que los medios se hagan eco de ello. Hay obispos que pasan años sin que nadie se ocupe de ellos salvo el incienso de la página del obispado. Que por otra parte nadie lee.

Estuvimos meses con lo de la marcha del cardenal Cañizares a Roma. Ya nadie habla de ello. Se fue. Ya está. Si ese mismo día se hubiera nombrado al nuevo arzobispo de Toledo nos ahorraríamos lo de ahora. Ureña, Blázquez, Osoro, Barrio, Braulio... Y unos a cantar sus virtudes y otros a pregonar sus defectos. Que si serían mucho mejores Demetrio, Sanz Montes o Munilla, que si una vez uno se encontró con una viejecita y no le sonrió, que se tiñe el pelo, que el catedrático de teología fundamental de su seminario recomienda el libro de Pagola, que fueron cuatro a pedirle el modo extraordinario y no les hizo caso, que se salta el límite de velocidad conduciendo, que no sabe bable, que le gusta tomarse un whisky, que encomendó una parroquia a uno que después se secularizó...

A mí me divierten mucho las quinielas y suelo, gracias al cardenal Re, quedar muy bien en ellas pero creo que el Vaticano debería acabar con todo esto y no ser su caldo de cultivo. Con tanta demora sin sentido.
Volver arriba