La que le ha montado Blázquez a Asenjo.

Unas palabras desafortunadas de Blázquez, ¿tiene alguna afortunada?, han montado un trifostio de los de no te menees. Que ha llegado hasta Roma.

Los musulmanes reclaman la catedral cordobesa,antaño mezquita y antes todavía templo católico, como lugar de su culto. Y encontraron apoyo para ello en una irreflexivas declaraciones del presidente de la Conferencia Episcopal española. Monseñor Asenjo, también conocido como Smith el Silencioso, en esta ocasión se ha apresurado a hablar. Y muy bien. La catedral es un templo católico y para el culto católico. No caben otros.

Yo respeto todas las creencias. Y hasta las no creencias. Es un problema de cada persona. Pero no me parece bien el sincretismo, el irenismo, el relativismo y el todo vale porque nada importa.

Con esta reclamación musulmana, latente siempre pero agudizada por las inoportunas y desafortunadas palabras de Blázquez, se han multiplicado, desde el lado occidental, unas absurdas peticiones de reciprocidad. Muy mal entendida.

Vale, culto católico y musulmán en Córdoba. Y lo mismo en la mezquita de Ryad o en la de El Cairo. Pues no. De acuerdo con la reciprocidad. Pero eso no quiere decir que en la mezquita azul se celebren misas católicas. Las mezquitas para Alah y las catedrales para Cristo. Lo que hay que exigir es que en Arabia Saudí, o en Yemen o en Irán puedan abrirse templos católicos para quienes quieran frecuentarlos. No que en un mismo templo a las nueve se reunan los católicos, a las diez los budistas, a las once los musulmanes, a las doce los masones y a la una los ateos.

Eso podrá ocurrir en un polideportivo municipal o en un salón del Corte Inglés. No en un templo de una religión. La que sea.

En esa línea pactista, una queridísima amiga me hace llegar un guión que me dice es de un colegio marista. Y no sé si de todos los colegios maristas de España. Como el texto no menciona el origen en esa congregación religiosa tampoco voy a hacer yo casus belli de su procedencia. Aunque me fío absolutamente de quien me lo ha hecho llegar.

Es impresentable. De un entreguismo que cabría calificar de traidor no sólo al catolicismo sino incluso a la civilización occidental. Somos nosotros los culpables de todo. Y las reacciones no sólo comprensibles sino incluso justificables. Nos merecemos cualquier cosa.

Al no haber en el texto ninguna adscripción a los maristas tampoco me voy a extender en su crítica. Sólo advertir a los padres que mandan a sus hijos a colegios de la antaño benemérita institución que comprueben si sus hijos son así aleccionados. Y, en caso de que lo comprueben, pues, ellos mismos.

No voy a hacer hoy el recuento de la caída en picado de los maristas. Ayer fecunda y maravillosa institución eclesial y educativa y hoy no en vías sino a punto de extinción. Ahorraré, de momento, esos datos, a todos los defensores de pobres y de causas perdidas. Sólo diré que pocas congregaciones habrá, si es que hay alguna, con peores datos de supervivencia. Y si alguien me toca las narices pues mañana los datos.

A lo que vamos. Blázquez abrió la caja de Pandora. Y la... ¿jorobó? Y los maristas, o al menos los que autorizan esos guiones para sus colegiales, más despistados que una monja en Pasapoga. Aunque, ¿solamente despistados?. No faltará quien piense que necios de solemnidad.
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