Aquí estamos de nuevo.

Supongo que lo mismo se producirá en tres o cuatro días, aunque un amigo me ha dado instrucciones para que no, pero desconfío mucho de mis habilidades. Caso de que no pudiera volver a estar con vosotros, a fines de agosto nos reencontrarímos.
Este mes es tradicionalmente escaso en noticias eclesiales. Se van de vacaciones hasra los obispos. Podría intentar contestar a los muchísimos comentarios producidos en esta semana pero no me encuentro con fuerzas.
Os dejaré, apenas, y mañana seguro que vuelvo, noticia de los hechos importantes acontecidos en esta semana. El primero, la muerte del cardenal Willebrands. Próximo a ser centenario, era el cardenal más anciano del sacro Colegio, fue una de las figuras más destacadas del ecunenismo, que tan escasos frutos ha producido. No era cardenal de mi devoción pero pido para él, y os ruego que así lo hagáis, su eterno descanso.
Ha sido también curiosa la entrega al obispo dimisionario de Palencia de la madalla de oro al Trabajo. El Gobierno que disfruramos, o padecemos, y sus sucursales periféricas, odian a la Iglesia. Pero les caen muy bien algunos obispos. A los que premian y condecoran. Casaldáliga y Castellanos. Pues a ti te lo digo Juan para que lo entiendas Pedro. A mí esos premios me parecen bochornosos. Y los besos de la de la Vega al obispo emérito me parecieron como el de Judas. Aunque luego pensé, ¿cuál de los dos era Judas? Y, ¿no sería que Judas se besaba a sí mismo?
También es excelente noticia le decisión del obispo de Tarrasa, monseñor Saiz Meneses, de abrir el seminario diocesano. Que seguro va a ser un excelente seminario. Al que van a afluir no sólo las vocaciones de la diócesis sino también las de muchos jóvenes que sólo quieran ser sacerdotes de Jesucristo. El arzobiapo Sistach la tiene complicada. Se va a quedar sin seminaristas. Pues, que haga un buen seminario. El vivir de rentas ajenas se le ha terminado. Y sigue estando en juego su capelo cardenalicio.
Concluyo con una hermosa misa que presencié ayer en TV2. Clausuraba el año jubilar alcalaíno de los Santos Niños Justo y Pastor. El obispo diocesnao, monseñor Catalá, no lo pudo hscer mejor. Fue un año de gracia para aquella recién instaurada diócesis, y la, antes magistral, hoy catedral de Alcalá de Henares, estaba repleta de público devoto. La homilía del cardenal Rouco fue perfecta. Incluso diría que también magistral. Mis felicitaciones al obispo diocesano que quiso honrrar a los Santos Niños y ha visto como ellos le devolvían el ciento por uno. Ojalá su patronazgo, mil setecientos años secular, derrame sobre la nueva diócesis, o sobre la diócesis restaurada, su inmarcesible ejemplo de amor a Cristo.