Los obispos eméritos (III).
Es arzobispo emérito Mérida-Badajoz, un andaluz simpático, a punto de cumplir los setenta y ocho años, Antonio Montero Moreno. Muy descalabrado en la salud, fue figura importante en el hundimiento de la Iglesia hispana. Yo creo que más por estar en el machito que por ideas propias. Que dudo tuviera alguna salvo sus afanes de protagonismo. Y como era “gitano” lo vendía muy bien.
Don Gabino Díaz Merchán, que hundió la Iglesia asturiana, a don Vicente Enrique y Tarancón no le había dado tiempo y, en aquellos días, no sabía él muy bien si subía o bajaba, es un manchego que acaba de cumplir ochenta años. Figura destacada en nuestra Iglesia, fue presidente de la Conferencia Episcopal, siempre estuvo afectado por un descomunal síndrome de Estocolmo, al haber sido su padre y su madre asesinados por los rojos en 1936. No era un genio pero tampoco un bobo. Por ello es mayor su responsabilidad.
En Palencia ocurrió un caso parecido al de Málaga, Su obispo, el agustino Nicolás Castellanos Franco, un leonés de setenta y seis años, que, después de arruinar una diócesis modelo, en 1991, viendo su fracaso, presentó la renuncia. Ni Blázquez, ni Don Rafael Palmero, han conseguido sacar agua del erial que dejó. Ahora está en Bolivia, me imagino que haciendo teología de la liberación. Cuanto más lejos, mejor.
Emérito de Pamplona es un vasco, a punto de cumplir ochenta y nueve años, José María Cirarda Lachiondo. Debe estar mal de salud porque no se le ha visto en el centenario de San Francisco Javier. El arrasó la diócesis que eras modelo entre las del universo mundo. Atila dejó más a su paso.
San Sebastián es otra diócesis en ruinas. Y su principal responsable es José María Setién Alberro, un vasco de setenta y ocho años. Me parece un obispo miserable. Tanto lo era que hasta le anticiparon la renuncia en el año 2000. Y Roma no suele hacernos esos favores.
El cardenal Francisco Álvarez Martínez, arzobispo de Toledo y primado de España, un asturiano que en julio cumplirá los ochenta y un años, es prelado con quien he mantenido más de una divergencia. Pero reconozco que fue arzobispo digno aunque de escasa personalidad.
Don José Cerviño y Cerviño, gallego de ochenta y cinco años, fue prelado de Tuy-Vigo discreto y querido. Vaya desde aquí al obispo de mi diócesis natal mi expresión de afecto y de respeto. Le tocó suceder a José Delicado que hizo no poco, desde un necio progresismo, por acabar con la diócesis.
Juan Martí Alanis fue un pobre hombre a quien aquella tómbola que fue nuestro episcopado por aquellos días, le tocó Urgel. Catalán, de setenta y siete años, me parece un obispo absolutamente pepino. Pero con los obispos no pasa como con los melones. Que el melón que sale pepino lo tiras sin más. Con el obispo tenemos que aguantarnos. Aunque sea repepino.
En Valencia es emérito el obispo auxiliar Rafael Sanus Abad. Un pobre hombre que aún no ha cumplido los setenta y cinco años, lo que ocurrirá en agosto. Disminuido físico, con lo que ya fue anomalía en la Iglesia que le nombraran obispo, se sintió personaje y se enfrentó a su arzobispo. Don Agustín García-Gasco, que no se caracteriza por sus arranques, en esto fue meteórico y a los tres días Sanus estaba, no voy a decir que en la puta rue, pero como si lo dijera. En su demencia megalómana le ha dado ahora por apuntarse al catalanismo. Pues lo lleva claro.
José Delicado Baeza, Pepe Pachucho, le llamábamos en Vigo, o Pepe Panoja, es un albaceteño de setenta y nueve años, fruto de aquellas promociones de la época. En Vigo fue un desastre y, en Valladolid, porque Dios vino a verle a última hora y no arruinó a la diócesis de milagro con el negocio de Gescartera. Cierto que en Valladolid fue más moderado. Pero, aún así, de los obispos a los que les tocó La mitra en una tómbola. Y le ha sucedido Braulito. Pues para echarse a llorar.
José María Guix, emérito de Vich, un catalán de setenta y ocho años, me cae especialmente antipático. Por progresista, por catalanista y por antipático. Y este no es tonto. Sólo es malo.
Terminamos los eméritos con Zaragoza. Malo, antipático, progresista, nada afecto a la Virgen del Pilar. Para aborrecer de él. Elías Yanes, un canario de setenta y ocho años cuya sustitución me ha llenado de alegría. Y para terminar de rematarlo, amigo íntimo de Setién. No sabes la alegría que me da cuando el próximo día 21 oiga misa en Zaragoza no tener que rezar por nuestro arzobispo Elías. Con enorme gusto por nuestro arzobispo Manuel. No es que pida un carro de fuego para que te lleve a los espacios siderales. Pero, Elías, con gran alegría, adiós.