A propósito de los "autobuses ateos".

Me he resistido a entrar en el tema. Porque creo que es hacerle propaganda. Pero tampoco quiero pasar por alto, como si nada me importara, algo que tanto eco ha tenido.

Hay dos tipos de ateos. Aquellos que no creen que exista Dios y viven sin la menor preocupación al respecto y los que no saben vivir sin un Dios en el que dicen no creer. Yo no creo en los extraterrestres y jamás se me ocurriría ingresar en una asociación para combatir a aquellos que creen en ellos. Ni me gastaría un euro pagando carteles que dijeran que los extraterrestres no existen. Allá los que quieran vivir creyendo en su existencia.

Pienso, por tanto, que se trata de una agresión a los creyentes. Y eso hace que ya me caigan antipáticos. ¿Qué deben hacer los que creen en Dios ante esa agresión gratuita? No voy a recomendar que quemen los autobuses que lleven ese anuncio aunque sí adelanto que si alguien los quemara no me iban a ver en una manifestación de protesta por el acto. Por muy delictivo que sea.

Si hubiera un extendido sentimiento de catolicismo militante recomendaría el boicot a la empresa que exhibiera esos anuncios. Como el de los negros de los Estados Unidos que, asumiendo su propia dignidad, dejaron de utilizar los transportes públicos que los separaban de los blancos. Y ante la ruina segura se terminó la segregación. Tantos años debilitando la militancia católica, y no voy a extenderme ahora en los culpables de ello, hacen también inviable el boicot.

Hay otra opción que pienso seguir y que animo a otros que lo hagan. El Ayuntamiento que contrate esa publicidad jamás tendrá mi voto. Sea del PSOE, del PP, del PNV o de Convergencia. Ya debe ser fastidioso ser cornudo pero encima llevarle champagne al dormitorio a quien te está poniendo los cuernos me parece demasié. Para mis tragaderas. Aunque ya sé que los hay con unas ya tan dilatadas que pasan todo.

Y desagraviar a Dios por ese insulto de unos hijos malnacidos suyos. Con oración y sacrificios privados. Aunque no estaría mal que los obispos en cuyas ciudades pasearan esa publicidad los autobuses convocaran algún acto de desagravio público. Pero yo en los obispos no mando.
Volver arriba