"La pobreza, como la libertad, como la bondad acontecen en el fondo de nuestra alma" El dinero no cree ni en Dios ni en el ser humano

"El dinero corrompe. No hay escapatoria"
"El dinero corrompe. No hay escapatoria"

"Jesús propone la pobreza no como modelo de virtud, ni como desprecio de los bienes materiales o por motivos puramente ascéticos, (Mc 14, 3-9, sino como modo de ser persona y feliz: Bienaventurados los pobres (Mt 5, 3)"

"Es imposible ser fiel a un Dios que es Padre de todos los hombres y vivir, al mismo tiempo, esclavo del dinero y del propio interés. Esta actitud es muy frecuente en temperamentos religiosos: utilizan a Dios pero para servirse del dinero"

"Dios y el dinero son dos principios que ven la vida de modo antitético y son como dos motores que encauzan la vida por derroteros opuestos"

  1. Un momento difícil.

         Estamos terminando un verano que está siendo difícil: los últimos  rebrotes de la pandemia, un verano con muchos incendios, con la larvada guerra de Rusia-Ucrania, que está provocando muchas muertes y una gran crisis energética al mismo tiempo que una subida de los precios y de la vida.

         Y en esta situación escuchamos hoy en el evangelio unas palabras muy extrañas que sacuden nuestra conciencia: no podéis servir al dinero.

  1. Jesús fue pobre.

Cristo no fue rico, fue pobre. Jesús no fue un “super-Dios”. Jesús nace pobremente, fuera de la ciudad, porque no había sitio para esta familia en la ciudad (Lc 2, 7), porque los suyos no le recibieron, que dice el evangelio de Juan (1, 11). Jesús fue un emigrante, que con su familia hubo de huir a Egipto (Mt 2, 13-23), Jesús no tuvo dónde reclinar su cabeza y murió también fuera de la ciudad, en el Calvario, (Mc 15, 22). Jesús no fue un hombre hacendado, no fue un terrateniente, ni un eclesiástico, no tuvo poder ni riqueza política. En otras palabras menos narrativas y más teológicas dice San Pablo que Jesús vivió y murió en un desprendimiento absoluto y se entregó a la muerte y una muerte de cruz. (Flp 2, 5-11).

Jesús es enviado a los pobres. Jesús les dice a  los discípulos de Juan Bta: he sido enviado a anunciar el evangelio: a los pobres se les anuncia el evangelio, (Mt 11, 2-6). Jesús se siente enviado a los pobres: El Espíritu del Señor está sobre mí porque he sido enviado a anunciar el evangelio y la liberación a los pobres, (Lc 4, 16-30).

A Jesús se le ve siempre entre gente pobre y sencilla: Jesús se pasa la vida entre los leprosos (Mc 1, 40-45), ciegos (Jn 9), epilépticos (Mc 5), paralíticos  (Mc 9, 14-29) y enfermos en general (Mc 6, 53-56). Jesús está siempre defendiendo la causa de los niños (que, en las culturas primitivas son pobres, (Mc 10, 13-16).

 Jesús propone la pobreza no como modelo de virtud, ni como desprecio de los bienes materiales o por motivos puramente ascéticos, (Mc 14, 3-9, sino como modo de ser persona y feliz: Bienaventurados los pobres (Mt 5, 3). La riqueza no es un modelo humano para ser feliz.  No son bienaventurados los ricos, sino los pobres. Dios despide a los ricos vacíos (Lc 1, 52).

Dios o el dinero

  1. el dinero no genera ni solidaridad ni felicidad.

Las lecturas de hoy denuncian que el amor al dinero y a las riquezas conduce a cometer graves injusticias. El dinero nunca puede ser el valor principal ni el bien absoluto. Dios y el dinero son radicalmente incompatibles, no los podemos colocar a la misma altura.

Es imposible ser fiel a un Dios que es Padre de todos los hombres y vivir, al mismo tiempo, esclavo del dinero y del propio interés. Esta actitud es muy frecuente en temperamentos religiosos: utilizan a Dios pero para servirse del dinero.

En otro orden de cosas el amor al dinero genera miseria, injusticia, insolidaridad, hambre, paro, etc. El dinero y la riqueza crean más problemas de los que resuelven. Sea en el ámbito familiar, laboral, social, político. Media humanidad pasa hambre mientras la otra medida está harta (en todos los sentidos). Pensemos en las guerras, en el tráfico de armas, en el tráfico de drogas, en el encarecimiento de la vida por los intereses económicos.

Dios o el dinero

        La pobreza hace personas serenas y felices

         Probablemente esto no se lo cree nadie. Siempre ponemos nuestras excusas de que el dinero es necesario y que hay que tener medios para vivir, el dinero ayuda a ser feliz, lo cual es verdad hasta cierto punto.

Más bien, la riqueza es un impedimento para ser persona y para ser feliz. ¡Qué difícil es que el rico entre en el reino de los cielos! (Mc 10, 23-27).

Quien confía en el dinero termina teniendo dinero y solamente dinero. Y eso es ser rico: amar el dinero.

Hemos rezado comentando el salmo 20,7:

Unos confían en sus carros de combate, otros en sus misiles, otros en su dinero; nosotros confiamos en nuestro Dios.

 Esto no significa que los ricos no vayan a ir al cielo. Eso es otra historia, que mejor la dejamos en manos de Dios. Lo que significa es que la riqueza no ofrece ni felicidad. No se puede ser rico y serenamente feliz. El ídolo dinero (mamón es una palabra aramea que significa: “dios de la avaricia”) genera un ansia insaciable. Amar el dinero es como querer saciar la sed con agua del mar.

 La visión que sobre el dinero y la riqueza tienen los evangelios podría resumirse así: el dinero constituye una continua fuente de preocupación para los seres humanos, impropia de los seguidores de Jesús, cuyo interés fundamental ha de ser que reine la justicia y solidaridad de Dios Padre 

Dinero

  1. Por qué la pobreza es realizadora y constructiva y el dinero, no.

Pues, porque  la pobreza -libremente elegida-  crea libertad. La pobreza nos hace libres ante las cosas. El dinero, el amor al dinero da cosas, (basta mirar un supermercado – consumismo) pero crea una esclavitud radical. El dinero promete paraísos terrenales, pero en el fondo es lo más parecido a la droga: crea una adición y una profunda esclavitud.

El modo de ser persona, de ser libre y feliz es la pobreza. Una pobreza libremente elegida

Dios libera, el dinero esclaviza. El evangelio de hoy tiene como transfondo la cuestión de fe: no podéis servir a Dios y al dinero. ¿En quién confío, en Dios o en el dinero?

En el fondo es un problema de fe. El dinero no cree ni en Dios ni en el hombre. Creer en el ser humano cambiaría muchas situaciones en la vida, en la sociedad, en la convivencia. 

  1. Dios y el dinero son dos amos mal avenidos.

         Dios -y si no somos muy creyentes: el humanismo- se llevan muy mal con el dinero.

Dios y el dinero son dos principios que ven la vida de modo antitético y son como dos motores que encauzan la vida por derroteros opuestos

Dios o el dinero

         No es lo mismo ver la vida desde el humanismo cristiano (o humanismo no cristiano), que desde el dinero, o desde la patria o desde el placer o desde el fanatismo religioso o desde el dinero.

         Si mi finalidad en la vida es ser rico, entonces la justicia, la paz, los pobres y el hambre saltan por los aires. Me llevo tus materias primas y te vendo armas químicas o no químicas y a correr. Si mi etnia es mejor, más fuerte y más rubia que la tuya, tú no serás sino un ser inferior a mi servicio, etc.

         Esto tiene poco que ver con: todos vosotros sois hermanos, dad el dinero a los pobres, seréis felices en la pobreza, etc.

La pobreza acontece en el fondo de nuestro ser

         La pobreza es algo bueno, aunque no nos lo creamos. La pobreza, como la libertad, como la bondad acontecen en el fondo de nuestro ser, de nuestra alma. Quiero ser libremente pobre para vivir despegado de las cosas, confiar en Dios y crear un ambiente solidario.

Cristo de los pobres
Cristo de los pobres

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