En distintas ocasiones el Papa Francisco ha notado el peligro que para la Iglesia supone la autorreferencialidad. La autorreferencialidad se opone a la salida de sí e impide el encuentro real con el otro. Si la Iglesia es, por su naturaleza, misionera, y si toda ella debe estar la servicio de la evangelización, se comprende fácilmente que, cuando se encierra en sí misma, no puede cumplir con su “ser misionero”.
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