Con cierta frecuencia, al comienzo de las celebraciones litúrgicas, el presidente exhorta a los fieles a ponerse en presencia de Dios. ¿Qué puede significar esto? Si lo pensamos bien resulta una invitación un tanto extraña, puesto que los creyentes sabemos que, dado que Dios está en todas partes, siempre estamos en su presencia. Ahora bien, hay dos maneras de estar en presencia de alguien, una manera inconsciente y otra consciente. Exhortar a alguien a ponerse en presencia de Dios, equivaldría a invitarle a cobrar conciencia de una presencia que ya está siempre ahí. Con todo, se trata de una presencia extraña. En todo caso, no es una presencia como la que se da cuando estamos frente a otra persona, ni siquiera es una presencia como la que se da frente a alguien distante o invisible. Dios es trascendente, y su presencia no puede en modo alguno compararse con una presencia humana. No es la presencia de alguien muy grande, o muy invisible, o muy distante. Es otra cosa. Una presencia omniabarcante, aunque invisible y silenciosa para los ojos de la carne.