El amor siempre es nuevo

Un varón y una mujer, el día de su boda, se prometen amor eterno. O, al menos, amor mientras vivan. Una religiosa o un religioso, el día de su profesión, prometen obediencia hasta la muerte. Es otro modo de prometer amor. ¿O no se dicen continuamente los amantes: “haré lo que tú digas”? Los religiosos que prometen obediencia a Dios, contraen un matrimonio. Prometen amor eterno, como el amante al amado. ¿Quiere esto decir que los casados o los religiosos tienen garantizado el cumplimiento de su promesa? De ningún modo. La experiencia lo demuestra cada día. Hay matrimonios que se separan y religiosos que dejan sus hábitos. Y contra los hechos, no hay teoría que valga. Las grandes promesas y las grandes decisiones hay que ratificarlas cada día. Si se quiere que el amor perdure hasta la muerte, hay que volver a empezar cada día con el amor.

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