El potencial de la razón

“¿No habrá peligro en contemplar la religión bajo una luz puramente humana? ¿Y por qué lo va a haber? ¿Teme nuestra religión a la luz? Una gran prueba de su origen celestial es que soporta el más severo y minucioso examen de la razón”. La frase es de Chateaubriand. Mucho antes, Tomás de Aquino, hablando de algo tan actual como el diálogo del cristianismo con el Islam, había dicho que en este diálogo sólo cabía apelar a la razón humana como medio de argumentación, que “todos se ven obligados a aceptar”. En línea similar se movían los discursos de Benedicto XVI a los “amigos” musulmanes, aunque ya antes de su elevación al pontificado la relación entre razón y fe era una de las claves de su pensamiento. El cardenal Ratzinger, en un famoso debate con el filósofo J. Habermas, se presentaba a sí mismo como “amigo de la razón” y decía: “En la religión existen patologías sumamente peligrosas, que hacen necesario contar con la luz de la razón como una especie de órgano de control encargado de depurar y ordenar una y otra vez la religión”.

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