Decía Tomás de Aquino que la exposición de un tema puede tener una doble finalidad: dar seguridad e iluminar la inteligencia. Si se trata de convencer al alumno, evidentemente a un alumno creyente, de una determinada doctrina, entonces hay que notificarle lo que dice la autoridad por él aceptada: la Sagrada Escritura, la Tradición de la Iglesia o el Magisterio. Pero si el profesor se queda aquí, entonces el alumno se marcha vacío, quizás convencido de la verdad de una cuestión, pero vacío. Por eso, añadía Tomás de Aquino, es necesario, para iluminar la mente del alumno, que el profesor ofrezca argumentos, razones y explicaciones de cómo eso que dice la autoridad puede ser verdad. Si no sabemos dar razones de los motivos que tiene la autoridad para hacer una determinada afirmación, estamos ante el triunfo de la sin razón. Y la sin razón no es humana.
Leer más